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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

03/04/2017

Carta Abierta de la agrupación Hijas e Hijos del Exilio

Cantar nuevas canciones

Información de imagen
24 de marzo de 2017

Somos Hijas e Hijos del Exilio. Nacimos o crecimos en otro país a causa del Terrorismo de Estado impuesto en la Argentina en la década del ´70. Nuestros padres y madres fueron perseguidos políticos y se tuvieron que exiliar porque sus vidas y las nuestras corrían peligro. Desde pequeños sufrimos las consecuencias de un plan sistemático de exterminio que logró imponer un modelo económico-político, dejando como legado exclusión social, desigualdad e impunidad.

El exilio es una violación a los Derechos Humanos que coarta violentamente el derecho a vivir y crecer libremente en tu propia tierra y cerca de tus afectos. Se está forzado a irse del país, no hay elección. La salida de la Argentina, en la mayoría de los casos, implicó “irse con lo puesto”, dejando la familia, el trabajo, las amistades.

Desterrados, muchos vivieron en varios países hasta que encontraron donde quedarse; siempre añorando volver. Así pasaron los días, los meses y finalmente largos años. Había que adaptarse a otro sitio, otra cultura y rearmar una vida cotidiana sin pasado y sin historia. Para nosotros la vida en el exilio fue criarnos lejos de la tierra de nuestros padres y donde muchos nacimos, sin abuelas, sin tíos, ni primos.

Tuvimos que cantar nuevas canciones, cambiar de escuela y, en muchos casos, aprender otra lengua. Nuestra historia transcurrió entre el miedo y el silencio ya que debíamos callar la razón por la que nos habíamos ido de nuestro país. Crecimos añorando una tierra que apenas habíamos conocido. La Argentina en muchos casos se reducía a un par de postales, anécdotas, olores y sabores.

Quienes nacimos afuera o nos fuimos de muy pequeños, conocimos al resto de la familia sólo por fotos, casettes, cartas o visitas ocasionales. Quienes nos fuimos más grandes vivimos junto a nuestros padres el duelo de extrañar a todos los seres queridos y la propia cultura.

El regreso al país a partir de la apertura democrática no fue fácil. Para algunos fue imposible. Resultaba duro tratar de encajar en una sociedad llena de prejuicios e indiferente a la peor pesadilla de nuestra historia. Fue difícil adaptarse a una sociedad que no podía, no quería o no sabía contenernos y que, incluso muchas veces, nos acusaba de habernos ido.

Llegamos a una Argentina que no nos esperaba.

La vuelta que vivimos muchos de nosotros implicó un nuevo desarraigo. Porque al llegar a la Argentina, dejamos el lugar donde habíamos crecido o nacido. Llegamos a la Argentina como “extranjeros”. El exilio partió en dos nuestras vidas: somos argentinos, pero también de México, España, Venezuela, Italia, Brasil, Holanda, Suecia, Francia, Nicaragua…… Y esto nos dificulta echar raíces. En diferentes momentos de nuestra vida algunos nos sentimos o decidimos finalmente “ser argentinos”. Otros nos quedamos en los países que nos refugiaron. Y algunos más, aun continuamos buscando un lugar de pertenencia. Todos transitamos en mayor o en menor medida la condición de ser “el otro”, el “bicho raro”. Crecimos en los países que nos albergaron sintiéndonos diferentes. Quienes regresamos a la Argentina continuamos siendo “el otro”. Nuestras vidas han estado signadas por ello: siempre fuimos la persona extraña, la que no encaja.

Durante varios años pedimos justicia por las desapariciones, torturas, secuestros, apropiación de niños y asesinatos, así como juicio a los represores y a sus cómplices. En muchas de nuestras familias también ocurrieron estas atrocidades. Estas violaciones a los Derechos Humanos eran más urgentes para denunciar y repudiar. Así, el exilio y sus consecuencias fueron relegados como si se tratara de una violación menor, sin mayor importancia; pero tantos silencios y omisiones no borraron las heridas.

Tuvimos que cantar nuevas canciones, cambiar de escuela y, en muchos casos, aprender otra lengua. Nuestra historia transcurrió entre el miedo y el silencio ya que debíamos callar la razón por la que nos habíamos ido de nuestro país. Crecimos añorando una tierra que apenas habíamos conocido.

Después de tanto tiempo, creemos que ya es hora de hablar de todo lo que nos pasó y nos pasa. La dictadura devastó a toda la sociedad y aún hoy seguimos sufriendo sus consecuencias. Todavía no tenemos la dimensión del daño social que provocó.

Es por eso que, 30 años después, siguen emergiendo las secuelas de lo siniestro. La necesidad de reflexionar y procesar esto que sentíamos individualmente, en soledad, motivó nuestro encuentro.

Hoy, hijas e hijos de exiliados nos empezamos a reunir y a hablar de nuestras historias con otros y otras que pasaron por la misma experiencia, descubriendo por primera vez un espejo en el cual nos reflejamos. Durante años cargamos con una marca que nos diferenciaba del resto, ahora nos reconocemos en esta diferencia.

Somos hijos de una generación arrasada. Hombres y mujeres que trabajaban para construir una Argentina mejor para todos, más justa y solidaria. Nuestros padres nos enseñaron valores e ideas donde lo esencial era un proyecto colectivo que incluya a todos, un proyecto de país basado en la justicia, la solidaridad y el respeto por la dignidad humana.

Esos ideales son la herencia de nuestros padres; en tanto el dolor, el desarraigo, el sentimiento de no pertenencia, el desgarro, son la herencia de la dictadura militar. Hoy nos unimos por la construcción de la identidad, la justicia y la memoria colectiva. Necesitamos contar nuestra historia y queremos que el exilio, se trate como lo que es: una violación a los Derechos Humanos.

Sabemos que hay más hijas e hijos de exiliados viviendo en Argentina y en otros países, los invitamos a que se sumen a esta propuesta.

* Texto fundacional de Hijas e Hijos del Exilio, escrito colectivamente en varias reuniones de trabajo en 2007.  hijosdelexilio@yahoo.com.ar

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