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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

29/12/2017

El fabricante de utopías

 “El gran imaginador audiovisual ha partido”, escribe el autor de este homenaje a Fernando Birri, quien junto con Leonardo Favio representa “casi la totalidad de nuestra esencia argentina y latinoamericana”. El recuerdo de un cineasta que supo mirar todo por y para nosotros con su imaginación portentosa.

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El gran imaginador audiovisual ha partido. Se ha ido el hombre que nos arrebató la mirada que dirigíamos hacia abajo, hacia el suelo, y nos hizo mirar siempre hacia arriba y adelante, flotando en el caos, atravesando el firmamento analógico o el digital, sostenido por dos alas enormes que lo llevaban, y a nosotros con él, a los destinos creados en su imaginación portentosa.

Birri había nacido en la ciudad de Santa Fe en 1925 y en su juventud frecuentó la creación teatral, la poesía y también fue titiritero. Cercano a las artes plásticas, todas las manifestaciones culturales eran objeto de atracción para él, y pronto el horizonte se le hizo corto y marchó a Italia a estudiar cine en el prestigioso Centro Sperimentale di Roma. Allí compartió las aulas y forjó su amistad con un joven periodista colombiano nacido en Aracataca, Gabriel García Márquez, y con los cubanos Julio García Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea. Más de 30 años después todos ellos participarían de la creación de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños en Cuba, apadrinados e impulsados por Fidel Castro.

Cuando Birri ingresó a la escuela de cine en Roma, el Centro tenía apenas 15 años de vida y el último lustro había tenido que reconstruirse luego de los estragos de la guerra. Durante su estadía como alumno conoció a Césare Zavatini, a Vittorio de Sica y a Roberto Rossellini. El neorrealismo, para Birri, fue mucho más que una escuela o un estilo, fue una raíz desde la cual sostenerse para poder encontrar y definir su propio lenguaje.

La experiencia en Roma fue tan rica y definitoria que a su regreso a Santa Fe en 1956 se dio a la tarea de organizar y fundar un Instituto de Cine con una Escuela de Cine Documental dentro de la Universidad del Litoral. Era uno de esos momentos bisagra en la historia social y política argentina. Perón había sido derrocado por un alzamiento cívico militar cuyo cenit de violencia habían sido los bombardeos de la aviación naval sobre la población civil en Plaza de Mayo en junio de 1955, y la Universidad del Litoral había ejecutado más de 200 cesantías en su afán de “desperonizar la universidad” para devolverle “sus ideales, los cuales fueron agraviados junto al vejamen de sus fueros y tradiciones”, según palabras del interventor de la época, el médico e investigador José María Manuel Fernández.

En ese marco, Birri dirige la Escuela de Cine Documental con una mirada mucho más amplia, y convoca a docentes e intelectuales alejados del espíritu revanchista de los “libertadores” del ’55. Allí están como profesores José Martínez Suárez, Simón Feldman, Pablo Tabernero, y una larga lista que incluye a Ernesto Sabato, Juan José Saer y al genial poeta entrerriano Juan L Ortíz.  En este contexto Birri encara, casi en simultáneo, dos proyectos: el documental urgente (Tire Dié), y el largometraje basado en el cuento del también santafesino Mateo Booz (Los inundados).

A Fernando Birri se lo asocia muchas veces, con un criterio al menos reduccionista, como precursor o iniciador del cine social y político. Pero Birri ha sido siempre un poeta de la imagen, un experimentador constante. Tire dié es un ensayo audiovisual con una estructura que se mueve junto al fluir del tren en contrapunto con esos rostros y esas manos alzadas de niños que mendigan y juegan al mismo tiempo, pidiendo a los pasajeros esas monedas de diez centavos que dan origen al título de la película. Los niños corren descalzos junto a los rieles, haciendo equilibrio en los bordes de un puente de altura, y esa imagen demencial le otorga un carácter casi onírico sin por ello perder potencia. Los inundados es también una denuncia, en este caso sobre una familia que vive, precisamente inundada, a orillas del río Salado, a la espera de la ayuda oficial. Emparentada abiertamente con el espíritu de Milagro en Milán de De Sica, Birri opta por una narración en ritmo de comedia, una suerte de sainete litoraleño que en un arco de 50 años se emparenta con su última obra, la adaptación del Fausto Criollo donde amalgama Goethe con Estanislao del Campo sin mayor prejuicio. Entre unas y otra, en el medio de su obra, nos encontramos con Org, una “creación fisiológica” en su propio decir, realizada en 1979 en Italia, un manifiesto de vanguardia adelantado (y al mismo tiempo atrasado) a su tiempo. Org es un  fabuloso viaje lisérgico al fondo de nuestra conciencia latinoamericanista y a los orígenes del cine, probablemente uno de los más perfectos y genuinos vasos comunicantes entre Serguei Einsenstein, Jean Luc Godard y Glauber Rocha, un film que expresa entre otras premisas que “un cineasta nuevo debe suicidarse como cineasta”.

A mediados de los años 80, se da de lleno a la tarea de crear una nueva escuela de cine, también revolucionaria y que marcará un antes y un después: la Escuela de Tres Mundos en San Antonio de los Baños, junto al pueblo de Bejucal, en Cuba, a una hora de La Habana, una zona de fuerte tradición charanguera y festiva para los carnavales. Allí organiza junto a García Márquez y Fidel la concreción de un sueño, como él prefiere decir. Un sitio donde los estudiantes de Asia, África y América Latina puedan imaginar sus propias utopías y llevarlas al celuloide o a la cinta de video, y hoy a la memoria digital. Birri siempre fue un pionero y nunca se ató más que a los sueños, los propios y los colectivos, y nunca dejó de mirar hacia adelante sin nostalgia y fascinado por dominar las nuevas herramientas con las que expresar su propio delirio latinoamericanista.

En estos últimos años, Birri fue retratado en dos documentales, en El Utópico Andante, de Humberto Ríos (otro compañero de ruta de Fernando, fallecido en 2014), afirma que todo su cine es “…como un río que arrastra una misma inquietud: cambiar lo que está mal…”. En el reciente documental de Carmen Guarini, Ata tu arado a una estrella, se lo ve entusiasmado y sin ningún pudor aprendiendo a manejar una minúscula cámara Go Pro, seguramente imaginando qué imágenes podrá generar con ella para aportar al eterno fluir de ese río que es su obra.

Podríamos afirmar sin equivocarnos que Leonardo Favio y Fernando Birri han sido (son) el ojo izquierdo y el derecho, aleatoria y alternadamente, de casi la totalidad de nuestra esencia argentina y latinoamericana. Ellos han sabido mirar todo por y para nosotros. Y ahora nos toca parpadear y, como decía Buñuel, de un solo tajo hacer estallar la pantalla del mundo.

Muy pocos fueron tan lejos. Birri ha sido uno de ellos, por eso lo vamos a extrañar tanto. 

 *Marcelo Schapces es director y productor de cine. Su última película, Necronomicon el Libro del Infierno, se estrenará a comienzos de marzo de 2018.

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