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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

07/03/2018

"Celda 136, máxima seguridad"

Ex obrero de la Ford, Carlos Propato pudo después de 42 años declarar en el juicio que se le sigue a exdirectivos de la empresa por delitos de lesa humanidad. "Éramos 100 delegados y 24 fuimos secuestrados. Ellos les dieron a los militares fotos, carnet y documentación que sirvieron para identificarnos", testimonió. 

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Carlos Propato esperó 42 años para poder contar ante la Justicia lo que había vivido en la Ford, la compañía automotriz para la que trabajaba y de donde fue secuestrado por un operativo de las fuerzas de seguridad en 1976. "Me puse saco para que no me vean tan infeliz”, dijo apenas llegó a las puertas del Tribunal Oral Federal 1 de San Martín, donde el lunes 5 de marzo se realizó la segunda audiencia del juicio que se le sigue a dos exdirectivos de la multinacional y a un exmilitar por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico-militar.

“Este juicio es importante para todo el movimiento obrero del mundo ya que es la primera vez que los trabajadores podemos contar las cosas que nos hizo pasar la multinacional”, resumió antes de su declaración que duró seis horas y que se concretó unos días después de que su compañero Pedro Troiani pudiera hacer su denuncia por los mismos delitos (http://revistaharoldo.com.ar/nota.php?id=281). 

El 5 de septiembre de 1970 ingresó en el área de Pintura de la sección Montaje de la Ford Motors Argentina con el cargo más bajo. Sin embargo, con los años logró llegar a la categoría más alta que un operario podía aspirar en esa época: un puesto similar al de subcapataz. “Aprendí a hacer todas las tareas dentro de la empresa”, contó ante los jueces Diego Barroetaveña, Mario Gambacorta, Osvaldo Facciano y como cuarto juez, Eugenio Martinez Ferrero, quién siguió la audiencia por  streaming.

En 1972 Carlos fue elegido delegado de la comisión interna por sus compañeros; uno de los primeros reclamos fue el uso adecuado de la ropa, calzado y máscaras en el sector donde trabajaba. “Pintábamos la carrocería a cara descubierta y en varios oportunidades me enfermaba. Incluso uno de los diseños de los autos en esa época tenía un techo de estaño”.

Los estudios realizados en la Facultad de Medicina indicaron que había trabajadores que tenían plomo en sus pulmones. Hicieron un primer paro y una protesta de quita de colaboración.

Al igual que el relato de Troiani en la primera audiencia contó todos los logros que había conseguido el cuerpo de delegados en la Ford que en esa época empleaba a unas 10 mil personas. “Logramos incluso pasar de 15 minutos a una hora para almorzar”.

A pesar de las varias conquistas que lograron los trabajadores en la planta de General Pacheco -al norte del conurbano bonaerense- la empresa aumentó el ritmo en la cadena de producción. “Me daba cuenta que el tiempo había cambiado en la Ford porque yo trabajaba en el último eslabón y muchas veces tuve que parar la cadena porque no llegábamos a terminar de pintar los autos”, recordó Propato mientras sonaba de fondo “Me preguntaron cómo vivía, me preguntaron. Sobreviviendo dije, sobreviviendo”, versos de la canción de Víctor Heredia que interrumpió por varios minutos el juicio. Un desperfecto técnico que dio respiro a la sala.

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El 24 de marzo de 1976 hubo un “cambio total” en la empresa. Un día después del golpe, el gerente de relaciones industriales, Guillermo Galárraga -que no pudo llegar a juicio porque murió en 2016-, convocó a la comisión interna para anunciar que desde ese momento quedaban suspendidas las actividades gremiales. Junto a él están acusados: Nicolás Enrique Courard, presidente de la compañía (fallecido impune); Pedro Müller, gerente de manufactura y Héctor Sibilla, teniente retirado, jefe de seguridad y protección de la planta fabril. Los delitos que se les imputan en esta causa son: privación ilegitima de libertad doblemente agravada por haber sido cometida por abuso funcional y con violencia y amenazas y tormentos sobre 24 trabajadores de la planta ubicada en la localidad bonaerense de Pacheco. Muchos de ellos, además, cumplían el rol de delegados gremiales.

“La fábrica se había convertido en un lugar habitual del Ejército dónde paseaban en los autos Ford por toda la planta e incluso tenían un lugar especial en el comedor al cual no podíamos acceder”, contó Propato. 

Entre el 24 de marzo y el 20 de abril de 1976 se completaron una veintena de secuestros, la mayoría de ellas dentro de la planta y a la vista del resto de los operarios. 

El 13 de abril de 1976 a las 11.15,  el capataz del área dónde trabajaba Carlos le dijo que había “gente” que lo estaba buscando. Inmediatamente, ocho hombres del Ejército lo sacaron de su puesto de trabajo junto a otros cinco compañeros también delegados.

Propato pidió ir a buscar sus documentos y cambiarse de ropa pero se lo negaron. “Al lugar que vas no necesitas documentos”, le respondieron.

“Lo que recuerdo es que me golpearon en el pasillo,  me esposaron y me dijeron que quedaba detenido por el Poder Ejecutivo. Luego, entré en una camioneta F-100 blanca propiedad de la Ford que se usaba para tareas de mantenimiento dentro de la planta. Finalmente, arrancó por una calle interna y se dirigió al sector de los quinchos”, declaró mientras señalaba en el plano el recorrido del calvario que sufrió el día de su secuestro.

Para él y sus cuatro compañeros -así como para la mayoría de los 24 trabajadores de la Ford detenidos- las primeras torturas y vejaciones ocurrieron en el quincho, dentro de la planta

“Me pusieron una bolsa de plástico en la cabeza y si no hubiese sido por uno de mis compañeros que estiró la mano y pudo hacer un agujerito me hubiese muerto en ese mismo instante”. 

Entrada la noche los trasladaron a los cinco en la caja de la F-100. Carlos recordó que los hicieron tirar al piso dónde se quejaban de las quemaduras producidas por el motor caliente. Sin embargo, los militares respondieron con más culetazos y con la amenaza permanente.

El destino fue la comisaría de Tigre, allí fue sometido a simulacros de fusilamiento. Luego de 40 días de tortura, Carlos y sus compañeros fueron trasladados a la cárcel de Devoto, “celular quinto, celda 136, máxima seguridad” donde oficialmente los convirtieron en presos “legales”. Estuvo ahí hasta el 5 de septiembre del 76, cuando fue trasladado a la cárcel de Azul y luego a la de Sierra Chica. Ahí perdió el 50 por ciento de un ojo y le quebraron una vértebra.

Finalmente, entre mayo-junio del 77 lo liberaron y hoy es uno de los testigos más importantes en la causa contra la empresa multinacional. Recién, en el 2010 volvió a la planta de Pacheco para hacer un reconocimiento del lugar en el marco de la causa que llevan los querellantes, Tomás Ojea Quintana y Elizabeth Gómez Alcorta. También participan las secretarías de derechos humanos bonaerense y de la Nación.

“El Ejército fue el ejecutante pero el coautor fue Ford. No pueden torturar a un montón de gente dentro de una empresa y Ford no enterarse. Éramos 100 delegados y 24 fuimos secuestrados y torturados. Ellos les dieron a los militares fotos, carnet y documentación que sirvieron para identificarnos”, concluyó Propato quien pidió que “ojalá los jueces se inclinaran para el movimiento obrero, los trabajadores, el pueblo y se haga realmente justicia”.

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