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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

19/06/2018

"Para los militares, el Mundial del 78 representó un objetivo estratégico"

Ariel Scher es uno de los periodistas que más estudió las relaciones del fútbol y la política. Considera que aquella copa que la Selección argentina ganó durante la dictadura es un acontecimiento complejo, que tienta a hacer una interpretación lineal, de “ubicar buenos y malos”. Él prefiere hacerse preguntas y afirmar que aquello que ocurrió hace 40 años tiene una tremenda actualidad.  

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En 1978, a los 15 años, el fútbol era una de las decenas de intereses del adolescente Ariel Scher. "Lo que más y menos me importaba", piensa ahora 40 años después. Sin embargo, en cuanto se pusieron en venta las entradas para los partidos del Mundial, viajó desde su casa de Ciudadela hasta el centro porteño e hizo la larga fila junto a cientos que procuraban un ingreso a la cancha. Recuerda estar frente al Banco Nación, donde se sintió “especialmente incómodo” en un “contexto de época que marcaba lógicas de poder”.
“La policía o alguna fuerza de seguridad te marcaba. Te circunscribían y te presionaban en función de imponer una lógica de orden”, redondea ahora en diálogo con Haroldo, apenas unos días antes de de viajar a Rusia para cubrir el Mundial 2018. No será su primera experiencia de campeonatos internacionales, claro. Periodista desde los 18 años, fue enviado especial a Japón/Corea en 2002 y a Alemania 2006. En el medio hubo juegos olímpicos y varias copas américas, entre otros acontecimientos, y muchas historias contadas para dar cuenta del compromiso y de la vida de deportistas secuestados y desaparecidos.
Pero a la par de esta carrera, Scher trazó una línea de estudio del fútbol y sus relaciones con la política, la sociedad, la violencia y la literatura, que le permitió escribir varios libros, como La patria deportista y Contar el juego. Deporte y literatura en Argentina. Desde este lugar de investigador recuerda aquel 1 de junio de 1978 cuando Jorge Rafael Videla dio el discurso inaugural y también lo recuerda sentado en el palco del Monumental de River, cuando alrededor se escuchaba la canción oficial: 25 millones de argentinos jugaremos el mundial. Muy cerca, a escasas diez cuadras, seguía funcionando el centro clandestino de la ESMA. 
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Ariel Scher  

A 40 años de aquel Mundial hay distintas miradas sobre esos días ¿Cómo lo analiza?

El Mundial ‘78 fue un acontecimiento complejo; hay una enorme tentación de interpretarlo linealmente, de ubicar buenos y malos. Hay muchos mitos que nos gustan y nos disgustan. Para los militares, el Mundial representó un objetivo estratégico, tan estratégico como la guerra de Malvinas, la semiguerra del Beagle.

Eran construcciones a las que apostaba como heredera de una larga tradición argentina: nuestro país tiene una potentísima historia de sectores de poder y gobierno de percibir al fútbol como algo interesante para que juegue en tu equipo. La dictadura potenció eso, no es casual que en las primeras horas posteriores al golpe, el comunicado 23 de la Junta permitió que se emitiese el partido Argentina–Polonia (por las eliminatorias); no es casual que la dictadura –que no era homogénea en todos los temas- sí fue homogénea en cuanto a que había que hacer el mundial. Y en esa construcción estratégica está claro que parte de lo que buscó, lo consiguió. Cuánto le sirvió y cuánto no le sirvió es difícil decirlo, está claro que algo les sirvió.

El discurso de Videla y el de Martínez de Hoz posteriores a que la Selección Argentina ganara la Copa hablaban de que la victoria es de los audaces y estamos hablando de la audacia de un país que empezó la dictadura con 7 mil millones de deuda y la terminó con 45 mil millones. Sí vieron que era una manera de presentar, de mostrar al mundo ciertas cosas de la argentinidad. Los militares y el poder económico en 1978 llevaban 2 años y 2 meses en el gobierno, estaban en una fase de pensar cómo seguir.

¿Cuál cree que fue el rol de la sociedad en el Mundial?

Es la zona menos explorada, pero los últimos trabajos profundizan sobre eso: “78. Historia oral del Mundial” de Matías Bauso, “Tribunas sin Pueblo” de Gustavo Campana y "Clubes de fútbol en tiempos de dictadura", compilación de Raanan Rein, Rodrigo Daskal y Mariano Gruschetsky tratan sobre ese tema. Pasa lo mismo que con el Mundial, muchas veces se cae en la linealidad de decir que la sociedad compró o la sociedad resistió. Y pasaban muchas cosas al mismo tiempo.  Jorge Olguín, defensor argentino del equipo del 78, lo definió como un “grito en la oscuridad”.

Había gente que quería que gane Argentina, incluso Claudio Morresi, que era jugador y tenía a su hermano Norberto desaparecido desde 1976, fue al partido inaugural. El Mundial tuvo un excelente nivel futbolístico y Argentina, además de ser campeón, tuvo un equipo de fútbol que jugó muy bien. Hay una zona del fútbol en la que vos elegís separar o no; a veces puede potenciar tu estado de domesticación.

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¿Cómo lo recuerda usted que era un adolescente en aquellos momentos?

Como pos-niño yo tenía naturalizadas una serie de cosas a pesar de que en mi casa mis padres estaban muy en contra de la dictadura, tanto por la información que había del carácter represivo como por las políticas económicas. Tengo muy registrada la condición impositiva de lo que llamamos Fuerzas de Seguridad, me quedó grabado. Y recuerdo patente el discurso de Videla hablando de la paz en el acto inaugural.

("Esta es la única forma para construir la paz, y por eso pido a Dios, nuestro Señor, que este evento sea para afirmar la paz que deseamos en todo el mundo, una paz en cuyo marco pueda realizarse el hombre con dignidad y libertad", dijo el dictador)

¿De dónde viene su interés por investigar estos temas que relacionan el deporte con los fenómenos sociales?

En 1982 yo escribía para publicaciones deportivas, algunas autogestionadas, y empecé a leer sobre una investigación que se dinamizaba desde la agencia Diarios y Noticias (DyN) que encabezó Ezequiel Fernández Moores. Se empezaba a pensar en esto de los usos políticos del deporte aunque hoy no lo diría así, pienso que el deporte es siempre una construcción política porque pasé a entender que la política es otra cosa.

En ese momento tenía una versión más maniquea y ubicaba al deporte como el bien. Coincidió con que empecé a participar en movilizaciones a Plaza de Mayo, en especial recuerdo la marcha por “Pan, paz y trabajo”, del 30 de marzo de 1982. Además, leía a tipos que estaban desaparecidos como Rodolfo Walsh y Haroldo Conti. Un día descubrí que un tipo que era un prócer en mi vida, Roberto Santoro, cuyo libro Literatura de la pelota me había regalado mi padre, también estaba desaparecido. Ahí se me terminó de abrir un mundo.

También en 1982 empecé a trabajar en el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), lugar que me abrió otras lógicas. Y en ese tiempo conocí al sociólogo Héctor Palomino, con quien hablábamos mucho de fútbol. Palomino me contó  del Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Administración (CISEA) que investigaba sobre corporaciones en la Argentina y así surgió nuestro libro Fútbol, pasión de multitudes y de élites: un estudio institucional de la Asociación de Fútbol Argentino (1934-1986). También me abrió mucho la cabeza el libro Fútbol y ethos del antropólogo y sociólogo Eduardo Archetti que después de su exilio en Noruega, volvió en 1984 a vivir y trabajar en el país.

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¿Qué tiene de actual el Mundial 78?

Me parece bien actual, no porque la situación política sea idéntica, sino porque durante el Mundial 78 en la Argentina se cometieron crímenes de lesa humanidad que no prescriben; son crímenes que siguen ocurriendo, que se producen a cada segundo cuando los familiares no saben dónde están los desaparecidos y cuando los chicos apropiados, que hoy son adultos, no conocen su identidad. El Mundial 78 se edificó en una sociedad donde desaparecían personas. Y los desaparecidos siguen desaparecidos, por algo cada vez que los nombramos decimos ¡Presentes, ahora y siempre!

En segundo lugar, en la Argentina transcurre un tiempo donde ha habido algunos intentos de realización de favores judiciales a los genocidas de ese tiempo. Hay un esbozo de reinstalar la idea de que las Fuerzas Armadas tienen que cumplir tareas de seguridad internas. Además hubo intentos negacionistas y estuvo el 2 X 1; así que desde luego nada es idéntico ni igual pero también el Mundial 78 se sigue escribiendo porque el DT Jorge Sampaoli se entrevistó con las Abuelas de Plaza de Mayo y los jugadores también participaron de acciones con los organismos de Derechos Humanos.

Por otro lado, Argentina es un país que tiene empecinamiento en volver a tomar deuda; el Mundial ‘78 se hizo en un momento de edificación de una monumental deuda externa. Hasta hoy el Mundial ’78 no tiene balance: se había presupuestado en 70 millones de dólares y las estimaciones que hizo el periodismo dan 10 veces más, 700 millones de dólares. Eso es posible por una lógica de disponibilidad del dinero. Otra cosa que lo vuelve actual es que los mundiales siguen en el centro de la industria de la comunicación y la espectacularización, el Mundial es un acontecimiento que le mata el rating a Adán y Eva.

Antes del comienzo del mundial se suspendió un amistoso entre Argentina e Israel, ¿Cree que ahora los jugadores son más libres de decidir?

El poder es la posibilidad de. No todos los equipos ni los jugadores tienen esa posibilidad. En la Argentina juega Lionel  Messi y tiene posibilidad en ese sentido. En relación con el Mundial 78, hace algunos años nos reunimos con Taty Almeida de Madres de Plaza de Mayo línea fundadora y el jugador Ricardo Villa, que pudo ingresar en dos partidos de esa copa. Villa se sentía culpable y Taty le pidió que no se sintiera así, porque entendía que como deportista quisiera jugar un mundial. 

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