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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

20/08/2019

Coloquio internacional “La memoria en la encrucijada del presente”

Teoría Crítica en la contemporaneidad neoliberal. Declinaciones de la crítica en un momento de peligro

¿Qué modalidades de crítica reclama nuestro presente y en qué condiciones las podríamos producir? En este artículo, Gisela Catanzaro distingue tres modalidades de la crítica: como imaginación alternativa, como conocimiento de los mecanismos de lo falso y como imperativo de justicia. Sostiene que se trata de lenguajes muchas veces intraducibles entre sí e incluso de dimensiones prácticamente incompatibles del criticismo pero que resultan simultáneamente reclamadas en la actual configuración del mundo bajo el capitalismo tardío en su más reciente inflexión neoliberal.

Paul Klee

A menudo la práctica crítica ha sido y es imaginada por la filosofía o por el sentido común como algo asociado a la existencia de un aparato estable de conceptos y metodologías que se aplican sobre distintos objetos. Pero no han sido pocas las ocasiones en que precisamente dicha pretensión de estabilidad resultó señalada como un índice del palidecer y no de la vitalidad del criticismo. Porque la crítica es en verdad como un “solicitante descolocado”, decía Horacio González[1] en su libro sobre Perón: el problema que descubre se manifiesta gracias a instrumentos que pronto hay que abandonar. 

A esa inestabilidad constitutiva de la crítica apuntaban, entre otras, la bienvenida de la crisis del marxismo que Louis Althusser promovía en la década de 1970, o la vinculación que -más de cuarenta  años antes- Theodor Adorno había propuesto entre crítica materialista y capacidad para experimentar cierta perplejidad frente a “las figuras enigmáticas de lo existente y sus asombrosos entrelazamientos”[2]. Indisolublemente ligada a su afectación por la historia, en estas y otras reflexiones sobre el materialismo formuladas durante los siglos XIX y XX, la teoría crítica quedaba asociada no sólo a una autorreflexión sobre las condiciones  y determinaciones del pensamiento sino, sobre todo, al perseverante esfuerzo por hacer justicia a la vulnerabilidad del criticismo, evitando borrar las huellas del carácter suscitado de la teoría.  En esas reflexiones el “espíritu no es absoluto” y la teoría crítica, que no surge inmediatamente de la historia, no habla tampoco de lo que quiere. Responde, más bien, a un estado problemático del mundo que es el que dispara el impulso crítico. Un estado problemático al cual Walter Benjamin aludía en la Obra de los pasajes con una imagen: para el historiador materialista, los hechos se transforman en algo que “acaba de salirle al paso” y le plantean sus reclamos. 

¿Qué modalidades de crítica reclama nuestro presente y en qué condiciones las podríamos producir? Una de esas dimensiones -que precisamente la alusión a Benjamin permite evocar intensamente- es la de la crítica como potencia poética, distorsionadora de los engarces más solidificados a nivel sensible en un momento determinado y que habilita, simultáneamente, una clave de lectura-otra de la realidad. Bajo este aspecto, referido por Benjamin como la apertura de un recinto clausurado a la experiencia hasta el momento del encuentro extrañador, la crítica es -ante todo- una imaginación crítica que vuelve experimentable lo que antes se hallaba sencillamente más allá de la percepción.

Como se señaló en esta mesa, esa imaginación crítica no puede estar ausente a la hora de combatir otras ficciones en las que se forjan sensibilidades meritocráticas, anti-igualitarias y punitivas tramadas, entre otras cosas, al calor de la inmersión cotidiana de cada une de nosotres en el relato de la escasez y la competencia supuestamente consustanciales al equilibrio natural que nos aguardaría como destino en el curso de nuestras vidas. Si, como decía Derrida, Marx no dejaba de conjurar espectros también en el sentido -divergente de lo que hubiera hecho un académico- de convocarlos, es porque en él la crítica de las ideologías retenía como una de sus valencias claves un esfuerzo estético/político de transmutación de la sensibilidad que esta dimensión de la crítica señala como una cuestión central. Su abandono por parte de la ciencia no sólo coadyuva a la eternización del presente, sino que implica además un desconocimiento, en tanto favorece la omisión del plano estético en que las ideologías operan.  

Pero, como también se sugirió, la práctica crítica no es sólo la convocación expectante de una nueva imaginación, sino que también se declina como un esfuerzo de “deconstrucción” de las ficciones en las que se labra de modo privilegiado nuestra experiencia posible en este presente no-emancipado. Podría decirse que, en esta segunda dimensión, la crítica opera menos en un plano en sí mismo ficcional que de un modo inmanente al mito, intentando desentrañar su enigma y dar cuenta de los mecanismos que garantizan su eficacia. Este modo de la crítica, que no reclama sólo imágenes sino también una alianza tensionada de éstas con el concepto, enseña algo más que la base metafórica de toda literalidad  y lo falso de la pretensión referencialista del cientificismo. Enseña que la combinación de ficción y conocimiento no necesariamente se da al modo de la autoafirmación legitimadora de la ciencia, sino que también puede darse en un sentido emancipador.

Como señala Horkheimer en un interesante artículo referido al concepto de ideología, ni siquiera en el caso de Nietzsche el llamado a una transvaloración de los valores se da al margen de la pregunta por la verdad, porque en él “la experiencia del poderío del hombre proviene del conocimiento de la fragilidad de los sistemas, del carácter ideológico de la moral tradicional”[3]. Así, la aspiración a la producción de un conocimiento verdadero puede -como sospechaba Spinoza- sostener un secreto acuerdo con la búsqueda de una imaginación emancipada; un acuerdo que algunos autores han evocado con el nombre -precisamente- de “ciencia” -como es el caso de Althusser-, otros con el de “genealogía” -como en Nietzsche-; o bien mentar como “crítica ideológica”, o como “deconstrucción”.  

“Teoría Crítica en la contemporaneidad neoliberal. Declinaciones de la crítica en un momento de peligro” - Revista Haroldo | 1

Sobre todo en estos dos últimos nombres aparece, no obstante, una tercera dimensión de la crítica en la que ésta queda enlazada no tanto a una nueva poética ni al conocimiento de los mecanismos de lo falso sino, fundamentalmente, a la producción de una justicia pendiente. El plano de la sensibilidad en el que opera la crítica como imaginación alternativa y el orden inmanente en el que trabaja la crítica como conceptualización de la génesis y los mecanismos de perpetuación de los valores dominantes, pierde aquí el protagonismo frente al postulado de que la violencia actual debe cesar. A esa experiencia de lo imperioso del fin de la injusticia y el padecimiento actuales que obsesionó a Benjamin, se refería Adorno en el último fragmento de Mínima Moralia, donde daba cuenta asimismo de la condición trágica o aporética que afecta a esta modulación de la crítica. De un lado, la crítica justiciera sólo es posible desde la perspectiva de la redención, perspectiva en la cual el mundo se muestra desgarrado y menesteroso, “deforme en el grado que sólo aparece bajo la luz mesiánica”[4]. Pero esa perspectiva absolutamente imprescindible resulta a su vez inasumible, por cuanto la trascendencia respecto del “círculo mágico de la existencia” desde la cual la crítica parece afirmarse, implica en verdad la negación de su estar afectada por la misma deformación y precariedad de las que intenta salir.

La distancia con lo meramente dado a la que la crítica justiciera y mesiánica enlaza su filo corrosivo, no pocas veces la arrojó, en efecto, en el solipsismo autosuficiente o, peor, en el moralismo rigorista al que desde el principio pareció dispuesta a ceder una ética de la convicción demasiado purista, casta y convenientemente espantada frente a las “turbias transacciones” con las que en cambio tenía que contaminarse la ética de la responsabilidad. Que el problema del impulso moral, en el caso de Adorno, no pudiera ser abandonado sino más, o que  la deconstrucción -en el de Derrida- halle su límite en la idea de justicia, indica, no obstante, que esa problemática dimensión de no-inmanencia no puede ser, sin más, abandonada. Si el espanto frente a lo que sencillamente tiene la fuerza suficiente para imponerse no es ninguna garantía de criticismo, acostumbrarnos a leer el mundo contemporáneo sagaz y profesionalmente pero sin una cuota de espanto nos condena, como decía Ezequiel Martínez Estrada, a un mero ejercicio administrativo de ordenamiento y descripción de lo que ha llegado a ser.

¿Qué modalidades de la crítica serían capaces de responder, hoy, al actual estado de las cosas en un mundo absolutizado, desprovisto de la tensión interna que, en el siglo pasado, todavía arrojaba al neoliberalismo tras la utopía multiculturalista de un capitalismo libre de fricción?  En un momento en que la experiencia subjetiva parece cada vez más atrincherada tras metáforas adelgazadas e ilusiones securitarias que emergen como último resguardo frente a un mundo hostil, nada parece más necesario que una transmutación de la sensibilidad favorecida por nuevas ficciones en las que la no-ineluctabilidad del presente pueda volver a ser experimentada en un plano sensible. La dominancia de ingenierías ficcionales que operan sobre todo en un plano inconsciente alerta, sin embargo, sobre la necesidad de una persistente atención respecto de la dimensión imaginal de la ideología. Ante la proliferación de rituales del castigo orquestados para disciplinar las pasiones y orientarlas en un sentido punitivo, el análisis de los mecanismos de los que depende su eficacia y de las dimensiones psíquicas en las que consiguen cuajar parece volver a otorgar centralidad a una analítica de los dispositivos. Ésta, no obstante, se traduce a menudo como un ejercicio descriptivo de la eficacia del poder que, de este modo, resulta reconfirmado en su omnipotencia. Por su parte, la dimensión de las justificaciones de la dominación en las que Adorno todavía veía operar a la crítica ideológica bajo el espíritu burgués del siglo XIX parece despotenciada cuando la pretensión de verdad de las liturgias dominantes cede terreno a la mera repetición de slogans eficaces. Y, sin embargo, renunciar a una crítica que persista en confrontar esos discursos con la sistemática no realización de los horizontes a los que aún dicen aspirar ¿no significa ceder frente a un post-referencialismo ideológico que demanda de nosotros precisamente la renuncia a toda aspiración a la verdad y a una justicia pendiente?    

            

La crítica como imaginación alternativa; la crítica como conocimiento de los mecanismos de lo falso; la crítica como imperativo de justicia. Se trata de lenguajes muchas veces intraducibles entre sí, e incluso de dimensiones de la crítica prácticamente incompatibles. Pero ¿acaso tendremos que elegir? ¿No hallaremos ninguna productividad en esos roces de los que tal vez dependa la des-absolutización de cada uno de estos impulsos críticos y la corrección política de sus derivas ideológicas en el esteticismo, el pragmatismo y el moralismo respectivamente? ¿Habrá -finalmente- alguna posibilidad de una crítica del presente que verdaderamente importe, que sea capaz de conmovernos en todos los sentidos de la palabra, que no implique algún complejo compromiso entre estas dimensiones de la crítica que no se comprenden bien y que, más bien, rechinan?



*Gisela Catanzaro es Investigadora del Instituto Gino Germani, Investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Profesora Adjunta en las carreras de Ciencia Política y Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA


“Teoría Crítica en la contemporaneidad neoliberal. Declinaciones de la crítica en un momento de peligro” - Revista Haroldo | 2

Notas

  • [1] González, H.: Perón. Reflejos de una vida, Colihue, Buenos Aires, 2007, p. 49.
  • [2] Adorno, Th.: La actualidad de la filosofía, Altaya, Barcelona, 1997, p. 87.
  • [3] Horkheimer, M.: “Ideología y acción”, en Horkheimer, M. y Adorno, Th.: Sociológica II, Editora Nacional, Madrid, 2002, p. 53.
  • [4] Adorno, Th.: Mínima Moralia, Editora Nacional, Madrid, 2002, p. 239.




Judith Butler, Rita Segato, Estela de Carlotto, Nelly Richard y Leonor Arfuch fueron algunxs de lxs destacadxs investigadorxs y referentxs que participaron del Coloquio Internacional La memoria en la encrucijada del presente.
El problema de la justicia presentado junto al Consorcio Internacional de Programas de Teoría Crítica de la Universidad de Berkeley (California) en abril de 2019. 
Todas las conferencias están disponibles en el Canal de Youtube del Conti

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