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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

30/04/2024

A 150 años de la muerte de Juan Moreira

Morir con sol

En Moreira se cifra la tragedia del gaucho que deviene en matrero a causa del abuso y la explotación de las clases dominantes. Fue novela y pieza teatral hasta dar con el genio de Leonardo Favio que puso a Moreira a la altura de héroe de melodrama, síntesis premonitoria de una Argentina que bullía anunciando el fin de la esperanza y el comienzo de la noche más oscura.

“Su hermosa cabeza estaba adornada de una tupida cabellera negra, cuyos magníficos rizos caían divididos sobre sus hombros; usaba la barba entera, barba magnífica y sedosa que descendía hasta el pecho, sombreando graciosamente una boca algo gruesa donde se hallaba eternamente dibujada una sonrisa de suprema amargura. Sus más hermosas facciones eran los ojos y la nariz: los primeros iluminaban su semblante atrayente, dándole una expresión inteligente y altiva; la segunda, ligeramente aguileña, contribuía a aquella expresión de simpática bravura que dominaba en aquel semblante.”

“Juan Moreira” Novela - Eduardo Gutiérrez

 

Juan Moreira se estrenó el 24 de mayo de 1973. Leonardo Favio da en el blanco en sentir del pueblo, presentándole a este gaucho bueno que se rebela contra la injusticia, el poder y la violencia institucional.  Elige como protagonista a un actor popular, un galán, amado por el público de todo el espectro social. Rodolfo Bebán no tenía el prestigio de actor académico de Alfredo Alcón, pero su belleza a lo Alain Delon y su aire viril y distinguido daba la medida para que, como en todo melodrama bien hecho, cualquier espectador se deje llevar por él. Rodofo Bebán filma esta película durante el período que dura su enorme éxito Malevo, la novela televisiva escrita por Abel Santa Cruz que tuvo dos temporadas. 

"Yo no soy un director de cine peronista; soy un peronista que hace cine”, dijo Favio alguna vez, y no es casual que haya decidido que el estreno fuera un día antes del regreso del peronismo al poder, luego de dieciocho años de proscripción. Favio afirmaba, “yo hago cine para la gente, para mí” y en esa sentencia podemos buscar los tesoros de los que se valió para construir su Juan Moreira. Porque cuando Favio dice “para la gente” piensa en que todas y todos puedan identificarse y entender a su protagonista y su contexto. Lo explica en los créditos de inicio del film para que nadie quede afuera: “A fines del siglo pasado (XIX), la política argentina vivió una de sus etapas más violentas. Los políticos nacionalistas de Bartolomé Mitre disputaban el gobierno a los federales dirigidos por Adolfo Alsina. Mientras tanto el gaucho argentino era marginado cuando no perseguido y servía de peón o instrumento a los caudillos de turno. El protagonista de nuestra historia es la dolorosa síntesis de esa época”

Afiche de la película de Leonardo Favio, 1973.

1973. Tiempos en los que el pueblo argentino necesitaba volver a vivir sin amenazas, a soñar, a recuperar lo perdido. Y este Moreira de Favio encarna al hombre que conoció la paz, la alegría, el valor del trabajo, la potencia de la naturaleza, el amor, la devoción por la familia, y que, de la noche a la mañana, se convierte en perseguido, por obra del abuso y la ausencia de justicia.


El pulpero Sardetti le debe dinero a Moreira, hace un año que este le reclama la deuda por un trabajo realizado. El Teniente Alcalde, en la obra original de Gutierrez y en la pieza teatral de José Podestá, está enamorado de Vicenta, la mujer de Moreira, y esta es la razón por la que quiere alejar a Moreira de los pagos, mandarlo a la frontera. Así es que urde la trampa a través de Sardetti para lograr el objetivo. En el film de Favio, el acento no está puesto en el interés del Teniente Alcalde por Vicenta. El ensañamiento es por el goce de ver sufrir al vulnerable; el Teniente Alcalde disfruta sádicamente de ver en los ojos de Moreira (los ojos de Bebán, no se olviden) el estupor, cuando le muestra un recibo que supuestamente nuestro protagonista ha firmado a Sardetti a cambio de la paga. Moreira entre avergonzado y perplejo le dice que él no sabe firmar, porque no sabe escribir. El Teniente Alcalde lo injuria acusándolo de mentir, entonces Moreira fuera de sí por el engaño vil, levanta la voz al teniente alcalde y este lo tortura con el cepo por cuarenta y ocho horas. 

Aquí empieza a sonar en los pagos el nombre de Moreira y su asunto. Esta secuencia ocurre en la pulpería de Sardetti, en la obra de Podestá:

Payando los Paisanos Primero y Segundo:

(..)  Y si quiere otro más feo,
lo presento por primero:
fíjense todos, paisanos, 
en la cara del pulpero
 
El pulpero anda muy triste, 
pues le va la cosa mal;
si lo agarra Juan Moreira 
la cola le va a pelar... 

Y perdone ño Sardetti
por lo que he dicho recién; 
pues según tengo entendido 
usted no se portó bien.

Y es entonces en el film cuando Moreira vuelve después de la tortura que le han infligido, a reclamarle a Sardetti: 

Moreira: Buenas Don Sardetti… El teniente alcalde me ha dicho que yo sabía firmar, cosa e´brujos vea, porque… ¿sabe?... hasta ahora mis manos solo sirvieron pa’ arrear ganado ajeno y pa’ trabajar la tierra de otro… y pa’ no aguantar el manoseo de ningún hijoeputa!

Entra la daga y lo mata.

Moreira sabe que, a partir de este acto, la desgracia se cierne sobre él y para proteger a su familia, debe escapar y ocultarse. El Moreira de Favio despliega una ternura única (y en esta observación, es atinado mencionar a Jorge Zuhair Jury, hermano de Favio, y coguionista de varias de sus películas). Los hermanos Jury no tienen pudor de ennoblecer con el atributo de la ternura a los varones de sus films. Y Juan Moreira es el gaucho que llora sin embozo, acariciando a su hijo dormido, juega con el pelo del niño, tomándose su tiempo, sin vergüenza, abraza a su mujer con detenimiento y antes de partir, le dice: 

Moreira: Mi vida, ¿habrá alguna forma de pedirle perdón?
Vicenta: ¿Por qué? 
Moreira: No sé… Por todo, por la tristeza, por no haber sabido sujetar la furia, y por esta soledad que ahora se viene…

Rodolfo Bebán en una escena de la película de Leonardo Fabio.

Juan se oculta en las tolderías donde lo reciben con afecto y hospitalidad, allí aparece la empatía de Moreira al observar la realidad que vivían los pueblos originarios. Sobre un primer plano de Juan, comiendo unas semillas, escuchamos su voz en off:

Amalaya. 

Vaya indigencia que el cristiano le ha dejao.
No tienen perdón de Dios los que ansí lo han arrumbao.
Como parias en sus tierras, 
con los hijos desnuditos,
como si fueran malditos 
viviendo en las soledades,
comiendo víboras o aves, 
así quiera el bendito.
Tanta pobreza no he visto 
y eso que soy rodador.
Nunca vi tanto dolor
 ni en derredor tantos males.
Juepucha, no son mortales los indios, pregunto yo.
Qué penas hay de olvidar en medio de esta miseria.
Más me vale que a mi tierra me vuelva a pelear lo mío.
Me revela ser testigo de tanta hambruna y pobreza.

Y Moreira volverá una y otra vez a su rancho, a robar un momento de hogar a su mujer y su hijo, pero sabe que no puede detenerse. Y sigue escapando. A esta altura del film, Favio ya logró que el espectador se ponga del lado de Juan, y entonces las muertes que vendrán serán porque se ve obligado a seguir huyendo de las partidas, o porque su fama crece y no defraudará sobre su coraje. Van sumando su amistad Julián Andrada y más tarde el Cuerudo, compañeros inseparables de Moreira en esta segunda etapa del film.

"Mi vida es andar vagando, porque ya no encuentro un sitio donde descansar a gusto. Mi vida es pelear siempre con las partidas y matar al mayor número de justicias que pueda, porque de la justicia he recibido todo el mal en esta vida, y por ella me veo acosado como una fiera, ande quiera que me dirijo; qué le hemos de hacer al dolor, es preciso matar las penas, paisano y el que me quiera acompañar, yo pago esta güelta". (Juan Moreira – José Podestá – Obra en dos actos)

Algo ha quedado pendiente, cobrarse la mala que le hizo el Teniente Alcalde. Cuando después de tres años Moreira vuelve a verle la cara, lo mata. A partir de allí, la junta con Andrade y el Cuerudo se convierte en familia. 

El último tramo de la película lo muestra a Moreira instrumento útil de los partidos políticos. Juan ya tiene su fama ganada y puede traccionar votos. Ahora él les garantiza seguridad a los candidatos, primero a Alsina, después a un representante del nacionalismo. 

Le encargan a Moreira matar a Marañón, hombre de Mitre. Moreira se encamina al evento con el Cuerudo y Andrade, pero este se frena: “No me hallo, yo no soy un asesino a sueldo, no le he visto nunca la cara a Marañón”. Moreira se ofende, pero va a cumplir con el encargo. Finalmente, y por el valor que tiene la palabra de su amigo, le perdona la vida a Marañón, pero sale herido de muerte por uno de sus hombres. 
Moreira, en agonía, se encuentra con la muerte (Alba Mujica, aquella actriz que el 25 de mayo de 1973 se sumó a lo que se llamó el Devotazo, una multitudinaria manifestación pidiendo la liberación de los presos políticos encerrados por la dictadura de Onganía), bella e inolvidable secuencia, donde ella le anuncia que lo viene a buscar. Es de día, Moreira se desespera.

Moreira: “¿No podés esperar?” 
(y mira hacia el cielo, asustado) “Con este sol!” 
Muerte: ¡Tenés miedo, Moreira!
Moreira: ¡Sí! Mucho, mucho miedo, es que no estoy preparado, ¿sabe? Cómo morir con sol, yo creí que iba a ser de noche, yo te esperaba una noche… ¡Me voy a hacer chiquitito, y no me vas a encontrar! 

Pero entonces le pide una oportunidad a la muerte, y esta le juega al truco la suerte a Moreira. Este le gana. A cambio, ella se lleva la vida del hijo de Moreira, el Juancito muere de viruela. "¡¿Qué hacés?!" Le grita desesperado Moreira. La Muerte le contesta: ¡No sé perder!  

Moreira, sólo quiere volver a su casa. Le dice a Laura, su amante de la que un poco se ha enamorado, “A mí me esperan, ¿sabe? A mí me esperan”. Pero está cada vez más lejos de eso. Moreira, recuperado, se cruza de bando y empieza a trabajar para Marañón. Su fin último es cambiar indulto por lealtad, pero la ingenuidad de Moreira no le deja ver que nunca cumplirán su palabra de limpiarle el prontuario para que pueda volver a su vida de antes.

El Cuerudo, torturado por los milicos, lo entrega. 

Unas semanas después del estreno de la película, ocurre la masacre de Ezeiza. 
Leonardo Favio, era el presentador del acto en el que dos millones de personas se acercaban para ver a su líder. No podemos soslayar el vínculo de esta obra genial con el contexto de aquella Argentina, el clima que replica la tragedia de Moreira era casi profético.

Moreira descansa junto a su amante, y ya lo vienen a buscar. Laura le ruega que no quiere morir, entonces él le salva la vida, dejándola salir de la pieza. Es ahí cuando descubre una pequeña ventana por la que ya se filtra el sol de la mañana, la policía le grita que se entregue. Y esta vez, ya sin miedo y con cierta resignación, vuelve a decir para sí “¡Con este sol!”

El héroe de melodrama no se entrega, se enfrenta a la partida, son muchos, no importa, él los va dejando en el camino, recibe estocadas que lo hacen tambalear, pero no cae. Moreira camina hacia ese paredón, satisfecho por haber dejado atrás a los oficiales que lo tenían cercado. “Cuando Favio nos muestra un hombre de camisa y pantalón blanco (ya sin el típico traje gaucho), Moreira se atemporaliza, se vuelve actual. Puede ser cualquier extraño de pelo largo acorralado por milicos”1

 Rodolfo Beban caracterizando a Juan Moreira.

El Sargento Chirino, un nadie que consiguió fama por clavarle el pulmón a Moreira, muere de un trabucazo que llega a acertar nuestro gaucho. En el guión original, Moreira le grita a Chirino ¡“Justicia tenías que ser”! esa frase no está en la película, pero si hoy se volviera a filmar, seguramente sería adicionada a esa escena inolvidable.  

Esta película, que Favio logró filmar gracias a la colaboración afectiva y de gestión de Leopoldo Torre Nilsson, es hija de Martin Fierro, El Santo de la Espada y Güemes, la Tierra en armas, todas ellas dirigidas por su mentor y padrino, Babsy. 

Al Moreira de Favio se lo ama sin restricciones, se dejan a un lado las apreciaciones racionales de Borges y otros críticos, porque sí, porque como dijimos, aquí lo que se respira es melodrama, telenovela, y sentir popular. Es así que en una de las tomas más poéticas de la película, el payador canta:

La garganta se me añuda
el corazón se entristece
y ya en mi canto se mece
de Juan Moreira la sombra.
El paisanaje lo nombra
y ya es brote que florece.
Acostumbrao a sufrir
ya no hay dolor que lo asombre.
Su vida de sinsabores
y de desgracia está llena,
la dedica tuita entera
pa’ consolar a los pobres.

Juan Moreira: San José de Flores, 1829 – Lobos, 30 de abril de 1874.

 



 

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Notas

1: "Una hombrada. Guiones de Juan Moreira",  Pamela G. Vázquez.

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