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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

14/01/2021

Entrevista a Ana Basulado

“El cronista tiene la obligación de no inventar y la vocación de indagar”

En 2020 la editorial El Sigilo publicó El presente, el último libro de Ana Basualdo, una antología de sus crónicas escritas en medio siglo de trabajo. El libro está dividido en dos ciudades (Buenos Aires y Barcelona), como la vida de su autora, quien trabajó como periodista en Argentina en los años previos a la dictadura cívico militar y en 1975 se exilió a España, donde aún reside.

 

Escultura Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez, de Claudia Fontes emplazada en el Parque de la Memoria

 

Los árboles amanecieron pelados. La noche anterior un temporal les había arrancado las hojas que en ese momento vestían pisos y balcones. Parecían inquietas por el viento que las agitaba. Ana Basualdo las miró remontar vuelo en dirección a un río que no podía ver, a pesar de estar cerca. Extraña historia la de la ciudad de Buenos Aires. Es el principal puerto del país, pero le da la espalda al Río de la Plata, a quién le debe su poder. Allí van muchos de los desperdicios de su opulencia y desigualdad. En esas aguas marrones y lejanas la dictadura cívico-militar de 1976 arrojó a muchos detenidxs-desaparecidxs. Hacía allí se dirigió Basualdo a fines del 2013 para visitar el Parque de la Memoria que los y las recuerda a través un diálogo único entre arte y río.

 

Ana Basualdo nació en Buenos Aires y a comienzos de los 70 se formó como periodista en la mítica revista Panorama, dirigida entonces por Tomás Eloy Martínez. En aquella redacción tuvo como compañeros, entre otros, a Luis Guagnini, Miguel Ángel Bustos, Conrado Ceretti e Ignacio Ikonikof, todos desaparecidos. El 8 de noviembre de 1975 debió partir al exilio a España luego de haber sido secuestrada diez días antes por la Triple A. Durante las 24 horas que duró el cautiverio le hicieron un simulacro de fusilamiento y le preguntaron por una nota suya, publicada dos años atrás en Panorama. En ella hablaba de la Logia Anael, vinculada al peronismo de derecha y, según se rumoreaba, a José López Rega. La nota no tenía firma. Ana no volvió a radicarse en Argentina. Ahora vive en la ciudad de Barcelona, donde escribe para diferentes medios. 

 

Cuando visitó el Parque de la Memoria no tenía la intención de escribir sobre él. Simplemente quiso conocer el monumento que conmemora a las víctimas del terrorismo de Estado, entre las que se encuentran amigos y colegas suyos. Durante una hora recorrió el lugar, contempló las obras artísticas que intentan aludir a la ausencia y el dolor. Quizás Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez, de Claudia Fontes, condense de una manera sutil y brutal todo lo que el Parque intenta pensar y sentir. Según el nivel del agua, la escultura de Míguez, un pibe de 14 años que fue secuestrado y desaparecido por la dictadura, puede quedar tapado por el río o resurgir como si necesitara aire para respirar y gritar que está presente. 

 

Basualdo no salió indiferente de aquella visita. Se sumergió en la bibliografía sobre memorialización y tiempo después quiso contarle al viejo continente sobre aquel rincón de Buenos Aires que recuerda e invita a recordar. El resultado fue La memoria y el río, una crónica para la revista barcelonesa La Maleta de Portbou. Sus párrafos dan cuenta de aquellas sensaciones, de la historia del Parque de la Memoria y de algunas de las obras de arte que se exhiben allí.

 

Esta crónica ahora forma parte de El presente, el último libro de Ana Basualdo editado en Argentina en 2020 por la editorial El Sigilo. Es una antología de sus crónicas escritas en medio siglo de trabajo. La primera data de 1971 y la última de febrero de 2020, en los albores de la pandemia mundial del coronavirus. Ellas hablan de temas tan diversos como el Leonardo Fabio antes del estreno de Juan Moreira, del 20 aniversario de la muerte de Evita y la disputa de los sectores del peronismo por su legado, de escritores de la talla de Julio Cortázar y Adolfo Bioy Casares, del Parque de la Memoria y de Amy Winehouse. 

 

El libro está dividido en dos ciudades (Buenos Aires y Barcelona), como su vida. En especial, la primera parte ofrece retazos de la trama cotidiana que vivió Argentina en los años previos a la dictadura cívico militar de 1976. Leerlas es un ejercicio de memoria, una suerte de viaje a los sentires y pensamientos de personas de a pie y de protagonistas de un tiempo que nos sigue marcando. Albert Camus dijo una vez que “los periodistas son los historiadores del instante”. Quienes abrazan con respeto y cariño este oficio-profesión, buscan contar los hechos imprescindibles del día a día con precisión y detalle, a pesar de que la inmensa mayoría de las notas se pierdan luego en el océano de internet o que las hojas donde se publiquen terminen convertidas en envoltorios de huevos. De alguna manera, los y las periodistas, en especial quienes se dedican a la crónica, son como lxs reporteros gráficos que intentan capturar instantes que irremediablemente se irán. No es casualidad que Ana Basualdo haya titulado su libro como El presente.

 

“El título alude al presente en que se escribió cada nota (que está fechada, e indicado el medio en que se publicó), en la medida en que logre volcar tiempos pasados en la actualidad de la lectura”, afirma Basualdo, desde Barcelona, en la entrevista que concedió a Haroldo.

 

 

Carnet de Ana Basualdo de la Asociación de Periodistas de Buenos Aires

 

 

 

¿Cómo surgió la idea de hacer una antología de tus crónicas?

La primera seleccionada para el libro la escribí en 1971 y la última en febrero de 2020. Hay, entremedio, no sólo medio siglo y no sólo un cambio de país sino una verdadera mutación en las condiciones laborales del periodista, en la industria de la prensa, en lo tecnológico, en el modo en que la gente lee y se informa y, más específicamente, en la función y los modelos de la crónica. En España, casi ha desaparecido y, en algunos casos, los materiales de una investigación han propiciado, en vez de crónicas, "novelizaciones", tendencia triunfante también en cierto documental cinematográfico o televisivo. Mis propias condiciones de trabajo han ido cambiando, también, y me pareció interesante juntar o confrontar piezas pertenecientes a tiempos y espacios muy distintos.

 

En una entrevista dijiste que hubo crónicas de Panorama que descartaste para el libro porque “no me parecieron capaces de provocar algún eco tanto tiempo después”. ¿Qué eco provocan las que están en El presente y por qué?

Yo no puedo sino esperar que sí, pero no lo sé. Espero que algún eco, en algunos jóvenes. Forma parte de la intención del libro la trasmisión de un saber que se aprendía en el bullir de las redacciones.

 

¿Cómo fue trabajar en Panorama con periodistas de la talla de Tomás Eloy Martínez? 

Tomás Eloy fue un director magistral, estimulante y receptivo, capaz de detectar lo que a cada uno le salía mejor, culto, seductor, afable, conversador, notoriamente no machista y con una voz y una dicción maravillosas. Supo hacer, entre tantas cosas, innovadores programas matinales de radio. Sus mejores libros, para mí: "La pasión según Trelew" y "Lugar común la muerte".

 

¿Las crónicas en particular y el periodismo en general pueden contribuir a la construcción de la memoria histórica? 

Parece indudable la importancia de esos registros del tiempo histórico cuya memoria quiere construirse.

 

¿Cómo fue la preparación de la crónica sobre el Parque de la Memoria? ¿Te tocó en lo personal? ¿La utilización de la primera persona en esa crónica tiene un valor especial?

Fui a conocer el Parque de la Memoria en uno de mis viajes, sin ninguna intención de escribir. Me sobrecogió la gravedad del homenaje: el laconismo, el silencio, la limpidez del monumento y el extraordinario acierto en la elección del lugar, al borde del río. Me sumergí en bibliografía sobre la memorialización, cuando decidí escribir el artículo para la revista barcelonesa La Maleta de Portbou, y, aunque encontré allí -inscritos en el monumento- los nombres de varios amigos y compañeros periodistas, uso la primera persona sólo al contar el camino hacia el Parque por una ciudad cambiada, la experiencia (para alguien de mi generación que desde aquel entonces vive afuera) de pérdida (también) de la visión del río. La contención (virtud de un homenaje) que percibí aquel día en el Parque coincidía con la convicción de que, en esa crónica, no debían figurar referencias personales. La ciudad y yo. Ellos (todos sus nombres en la piedra) y el río, que les pertenece.

 

¿Visitaste el Espacio Memoria ex ESMA? ¿Escribirías una crónica sobre él?

La visité, pero la impresión fue distinta, y difícil de trabajar sobre ella, o no tuve el impulso o el valor de hacerlo.

 

¿Tenés una técnica para escribir crónicas? ¿Qué lugar le das al contexto, la calle, las personas que habitan, los personajes secundarios, la historia de la persona o del lugar?

Tengo un oficio: herramientas y técnicas. Depende del tipo de crónica: ¿la descripción de una escena casual y pintoresca en una esquina o una meticulosa investigación sobre tal o cual tema o persona perteneciente a qué mundo (cultural, político, judicial, artístico, deportivo)? El cronista tiene la obligación de no inventar, la vocación o capacidad de observar e indagar, la habilidad de describir y narrar de manera vívida (mostrar, en vez de opinar), el derecho a utilizar recursos clásicos y/o innovadores para lograrlo.

 

Ana Basualdo

 

La logia Anael y el exilio

Entre las crónicas de El presente, se encuentra Logia Anael, espiritismo peronista, publicada en Panorama el 2 de diciembre de 1972. Difícil que no se note su inclusión en esta antología. Sobre todo, por los recuerdos que despiertan en su autora. “Por esa nota y porque había alojado a una pareja de militantes montoneros me secuestraron y me soltaron al día siguiente. Ese hecho está ahí y partió mi vida por la mitad, pero prefiero y tiendo a no recordarlo. La nota la incluí justamente porque fue un trabajo periodístico que en parte generó ese hecho”, explica en la entrevista con Haroldo.

Llegó a España en noviembre de 1975 con cartas de recomendación de Eduardo Galeano y Manuel Vázquez Montalbán que le abrieron las primeras puertas. Luego escribió en medios tan disímiles como Interviú, Bazaar, Penthouse y Playboy. También fue una colaboradora asidua de la sección de Cultura del diario La Vanguardia, el más importante de Barcelona, dirigida por Josep Ramoneda. Trabajar con él fue y es para ella su mejor experiencia laboral desde que vive en España y gran parte de las crónicas que componen la segunda parte de El presente tienen a Ramoneda como un hilo invisible que las une. Tanto las publicadas en el diario barcelonés como las de la revista La Maleta de Portbou.

En los años 80, quizás por nostalgia, escribió su único libro de cuentos, Oldsmobile 1962, publicado por primera vez en Barcelona en 1985 y luego reeditado en Argentina en 1994 en una colección dirigida por Ricardo Piglia. “Tendemos a recordar más los cuentos aislados que los libros de cuentos, pero cuando sucede lo contrario es que estamos ante un acontecimiento literario. Por ejemplo, en este volumen, 'Palma' es notable (uno de los mejores cuentos argentinos que he leído) y, sin embargo, Oldsmobile 1962 ha persistido en mi memoria con más nitidez que cualquiera de sus relatos individuales. Más allá de la diversidad de sus tramas, en sus cruces y sus relaciones implícitas, el libro construye un universo autónomo”, afirma Piglia, entusiasmado, en el prólogo que escribió para aquella edición.

Dos de los cuentos que forman parte del libro llevan acápite de la novela Sudeste, de Haroldo Conti, “una especie de biblia personal. No lo conocí, lamentablemente”, dirá en la entrevista con Haroldo.

 

Volver al río

Para ir al Parque de la Memoria, Ana Basualdo se tomó un colectivo hasta Ciudad Universitaria. Al llegar le preguntó a un alumno cómo encontrar la entrada del parque. Sus indicaciones no fueron de mucha ayuda: Ana terminó en un alambrado, rodeada de pastizales. Después de unas vueltas, finalmente llegó a destino y se topó con colinas verdes, el aroma del río y la brisa húmeda y el sol que brilla en las obras artísticas del Parque. Tiempo después escribió en su crónica los instantes que se grabaron en su memoria y que hoy parecen hablarnos también de nuestro presente porteño.

“Mucho se criticó la elección de este lugar: lejano, inaccesible, olvidado, siniestro (equidistante de la Escuela de Mecánica de la Armada y del Aeroparque, de donde despegaban los llamados «vuelos de la muerte»). No parece, sin embargo, que exista lugar mejor. Sobre todo si la ciudad decidiera (mucho tipo de obstáculo habría de derribar) venir al río”.

 

Portada del libro El Presente de Ana Basualdo

 

 

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