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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

28/06/2021

Argentina campeón del mundo, 35 años después

El mundial del dios de los sin dios

El 29 de junio de 1986, la Argentina se impuso por 3-2 frente a Alemania. A 35 años de la victoria de la selección nacional en el mundial de México, el periodista y ex jugador de Vélez José Luis Lanao vuelve sobre la figura de Diego Maradona: “Pocas cosas en este mundo han tenido tanta belleza plástica como ese ‘arranque’ endiablado, eterno, literario, bronco, salvaje. El ‘arranque’ plebeyo del gol de Maradona frente a los ingleses”, afirma.

“La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados”

Jean Paul

En las noches eternas recurrimos a los cuentos de Sherezade para demorar el miedo a la muerte y descansar en las orillas serenas de las antiguas historias. Se trata de una recreación íntima y sensible, de soñar lo soñado, de arropar los silencios, de exhumar los recuerdos gastados por una lejanía interior orillada casi con la tristeza. El pasado no es solo historia, es también memoria. En ocasiones, una inmensa niebla llena de resonancias, atravesada, cuajada de cicatrices.

Los recuerdos siempre te esperan. Se lo saben todo. Se guardan y se ofrecen reducidos en gotas de ámbar, como evanescentes espectros de vida y muerte. Hechizos de luz o de tinieblas, de fiesta o de dolor. De historias desapacibles. Venimos de un largo silencio, duro, concreto, impenetrable. De sangre seca, de alambradas. De un sol que aún se desangra por una dictadura de perro lobo, genocida. Son recuerdos emboscados, de calima vieja, que pesan, dejan heridas, mordiscos. Es necesario digerir ese pasado para que los nuevos vientos no hereden el mismo silencio.

Al fin y al cabo el pasado no es sino como uno lo recuerda. Pocas cosas en este mundo han tenido tanta belleza plástica como ese “arranque” endiablado, eterno, literario, bronco, salvaje. El “arranque” plebeyo del gol de Maradona frente a los ingleses. Metáfora de un alarido épico, de encuentro, de pertenencia, de paz.

Una imagen inspiradora, los titulares del equipo de Bilardo al terminar el Himno: Jorge Burruchaga, Jorge Valdano, Ricardo Giusti, Julio Olarticoechea, Héctor Enrique, Sergio Batista, José Brown, Oscar Ruggeri, José Cuciuffo, Nery Pumpido y Diego Maradona (C). Fuente: https://www.elgrafico.com.ar/

Un “arranque” festivo frente a las guerras vacías, las muertes inútiles, el desamparo viscoso del odio y del trabuco. Un “arranque” para los pibes soldados que cambiaron en Malvinas cromos por bayonetas. Para los que volvieron. Para los que no. Para los que volvieron y todavía siguen ahí. Un tiempo quieto, inerte, deshabitado.

El tiempo de Heráclito fluye y el tiempo de Baudelaire reclama como derecho humano el “irse”. Y Diego se “fue”. Se “fue” muchas veces. Descubriendo lugares inhóspitos donde refugiarse, donde edificar una coraza íntima para escuchar los silencios y no distraerse con los ruidos del mundo. En México se “fue” de otra  manera.  Se “fue” de uno, de dos, de tres. De un ejército de ingleses para convertir la gran catedral futbolística de la modernidad. El inmenso fresco de la armonía de la Capilla Scrovegni de Giotto. El universo penitente del “Dios de los sin dios” de Spinoza y Giordano Bruno. La insolencia vagabunda, cartonera, de un gol edificado para la eternidad.

Los recuerdos del Mundial de México 86 se suceden como un rosario cautivo en los recovecos de la razón: el lugar más hermoso para refugiarse. Un equipo uniforme, compacto, eficiente. Sin el fulgor de las grandes estrellas, pero con cuatro universos imaginarios propios que anclaron el andamiaje emocional, psicológico, de toda la estructura colectiva. Unas individualidades con peso propio para creerse la épica de la epopeya. Maradona, Burruchaga, Valdano y Olarticochea como “Homeros” de una “Odisea” edificada, con serena calma, como ingreso al inmenso Parnaso de la inmortalidad. La doble condición de lo divino: una naturaleza primordial y creativa; y una percepción consciente, repartida y multiplicada por el misticismo vivo. Lo crearon con el fútbol “nuestro”. El de siempre. El que se te mete en las entrañas y no te suelta. El que te aprieta el hígado si pierdes el balón. La exquisitez de un fútbol sostenido en el arte de la belleza, de la seducción, de lo sublime. La humilde y sencilla interpretación del fútbol ofensivo, sin veladuras de fantasías, sin complejos. Lejos, muy lejos, de los supremacistas del fútbol austero, del novelado fútbol científico. El de los ideólogos de bata blanca del fútbol programado, especulativo.

Vuela Maradona ante la rispidez de los alemanes. Irrompible. Fuente: https://www.infobae.com/deportes-2/

El Mundial de México 86 fue un claro ejemplo de como las individualidades creativas se impusieron sobre la pizarra de cartón piedra. Nos nutrimos del talento, de la genialidad, no del miedo. La meta no es el propósito del viaje como nos sugiere Kavafis en su poema Ítaca: son las experiencias que acumulamos de camino a la isla las que nos enriquecen y nos hacen mejores.

Fue así como Diego se subió al Olimpo de los dioses del fútbol de la nueva modernidad. Con un equipo echado a la espalda y una sonrisa de arroz con leche que le cruzaba toda la cara. Así lo recuerdo, volviendo, siempre volviendo, a ese islote profundo de niño grande, alegre, agradecido, apacible, combativo. Lleno de vida, de pasado, de futuro, y de siempre.

El 3 a 2 definitivo, el gol más importante de la vida de Burruchaga y, tal vez, de la historia del fútbol nacional. Fuente: https://www.elgrafico.com.ar/

José Luis Lanao

Periodista y ex jugador de Vélez, clubes de España, y campeón Mundial Tokio 1979. Ex columnista del grupo multimedia español Vocento y Cadena radial COPE. Colabora en “El Destape”, “El Cohete a la Luna” y “El Litoral” de Santa Fe.

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