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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

28/09/2021

Isla Maciel en pandemia

Contra viento y marea

La pandemia multiplicó el padecimiento de quienes habitan en las villas. La pérdida de trabajo, los contagios, la violencia machista y las carencias de todo tipo golpean a más de 1.500 habitantes de la Isla Maciel. Se multiplican las necesidades y las muertes, mientras un grupo de mujeres aguerridas trabajan para minimizar los daños y las consecuencias del virus infernal.

 

Cruzamos el río desde La Boca a la Isla Maciel en bote, el boleto cuesta $20.  El panorama es el habitual, excepto los casos en los que la gente usa barbijos, las condiciones de distancia y de cuidados son muy difíciles de mantener. La mayoría no se sabe cómo y cuándo se contagia, si en la escuela, si en la casas, si en los pasillos del barrio. Todo es complejo. 

El Convento que ya no lo es, pero así se lo nombra, es un lugar en el que trabajan mujeres aguerridas y empoderadas. Liliana Escobar es operadora territorial y explica que “trabajamos en el tema salud mental, adicciones, violencias e infancia en grupos de mujeres y en talleres con niñxs. Compartimos el espacio con el  Centro Provincial de Atención (CPA) adonde hay atención psicológica para adultxs, jóvenes y niñxs. Todo esto depende de la Fundación Isla Maciel  cuyo presidente es el sacerdote Paco Olveira y el director general es Claudio Freda”.

En esta época de pandemia una gran cantidad de gente ha perdido su trabajo, y “aumentó la demanda de un grupo de cocineras y colaboradoras que asisten a más de 1.500 familias del barrio”, relatan.

Calle Pinzón, donde están las viviendas más precarias de la isla. Foto: Lucrecia Da Representaçao

 

Mi casa es mi barrio…

  Los cuidados fundamentales para prevenir contagios son muy difíciles de cumplir en la isla, describen  Alexandra y Liliana “sabían que había una familia en cuarentena y sin embargo iban a hacer las compras y a caminar, porque en estos lugares el barrio es la extensión de las casas, hay puertas abiertas, gente reunida en las calles, son costumbres muy arraigadas y casi imposible de modificar. Y alrededor de la escuela, en la hora de entrada, a las 13, están todxs ahí, lxs nenxs amontonadxs, el distanciamiento casi no existe”.

Recorriendo el barrio hablamos con Carolina, lo primero que nos dijo fue que “la verdad es que todo esto es jodido, con mi pareja no nos vacunamos todavía porque nos teníamos que ir del lugar en el que vivíamos y no conseguíamos otro…  Ahora, gracias a Dios, estamos reubicados, encontramos vivienda y vamos juntando nuestras cositas de a poco… Ya tenemos pensado vacunarnos sí o sí, porque sin vacuna no te dan trabajo”.

-¿Estás trabajando? 

Sí, ando trabajando afuera con delivery, quiero cuidarme más todavía por mi mamá y por mi hijo que tiene dos años. Ando con barbijo, alcohol en gel en el bolsillo, pero vio, igual…No es que nosotros no creemos en el tema de los contagios, tratamos de cuidarnos como podemos y más que nada por la criatura.  Sí, al nene lo saco un ratito con mucho cuidado porque tampoco quiero que quede todo el día encerrado.

Carolina y su hijo, habitantes del barrio. Foto: Lucrecia Da Representaçao

 

Recorriendo la isla encontramos a Alejandro, Hugo y Artur, él perdió su trabajo a poco de iniciarse la pandemia, “en mi caso fue muy sorpresivo porque estaba trabajando estable  -dice- y de repente se nos cortó todo y cada uno tuvo que buscar una forma de trabajar, para mí fue la albañilería que era lo que también sabía hacer, y es con lo que me estoy defendiendo.”

  -¿No están viniendo médicxs y enfermerxs a asistir a la gente de la isla y a vacunar?

-Están viniendo para llevar a vacunar a otro lado, pero no vacunan en la isla. En mi familia todxs ya se vacunaron así, pero yo no fui porque con el tema de conseguir la casa…

Otro de los muchachos dijo que está “esperando la vacuna para poder salir, ir al interior, ir a los boliches a bailar, pero ahora acá estamos laburando…”

- ¿No usan barbijos?

- Sí, claro… cuando salimos de la isla y vamos a Capital nos ponemos los barbijos…

 

Alejandro, Hugo y Artur vecinos de la canchita de fútbol del barrio. Foto: Lucrecia Da Representaçao

 

Lxs niñxs y la escuela

 

Cerca del mediodía la escuela de Maciel está rodeada de chicos y chicas y también algunas madres. La directora es Anabella Alderete, está en su cargo desde el 2016 como vice directora y en 2018 tomó la Dirección.

“Soy psicopedagoga y soy maestra de primaria… la verdad es que por un lado lo primero que quiero decir es que es maravilloso trabajar en la Isla Maciel, -subraya enfática- una de las enfermeras del lugar una vez dijo que cuando una trabaja acá se enamora del barrio. La verdad es que tenemos una forma de trabajar muy especial para llevar adelante la tarea. Porque aún con lo dificultoso que a veces es, pasan cosas como que me toca la puerta alguna compañera, o una va a tocar la puerta a la Unidad Sanitaria de la Fundación de la Isla y siempre hay este compañerismo. Los temas se abordan desde distintos lugares y con las familias, y este acompañamiento, en una circunstancia como es esta pandemia, es muy importante”.

 

Anabella Alderete es la directora, desde el 2018, de la escuela pública de la isla. Foto: Lucrecia Da Representaçao

 

- ¿Fue difícil organizar la enseñanza de lxs chicxs con la pandemia? 

-  Sí, porque la mayoría de lxs chicxs no tienen conectividad virtual, lo que hicimos fue una cantidad de cuadernillos que preparaban lxs docentes. Tenemos una diversidad muy importante en cuanto a los distintos niveles de alfabetización, de conceptualización aún en los mismos grados. Y esto se agudizó, tenemos ahora una gran cantidad de nenxs que no están alfabetizadxs en los terceros; un poco el filtro era el segundo para el tercer grado, pero claro, este año no hubo repitencia y recién para fines del año pasado pudimos evaluar lxs para saber pedagógicamente cómo estaban. Se trabaja bastante personalizadamente, con los cuadernillos avanzamos, respondieron mejor, están más acostumbradxs al papel.  Pero nada es fácil…

-¿Por ejemplo?

Bueno, con el celular es imposible hacer un zoom. Uno de los proyectos de este año es trabajar con las familias en talleres de alfabetización digital, pero pasa que las familias no saben usar  las herramientas, con la videollamada pasa lo mismo, no tenemos una buena señal, entonces no hay muchos recursos… esto de la grieta, acá se siente mucho. Por eso lo que más logramos fue empezar con los cuadernillos. Y a mediados del año pasado empezamos con los ATR…

- ¿En qué consiste el programa ATR (Acompañamiento a la Trayectoria y la Revinculación) que se implementó en Provincia?

- Son lxs acompañantes de las trayectorias de los niñxs, es para trabajar con lxs que no están vinculadxs, con lxs chicxs que no venían a entregar las tareas. Estudiantes que estaban por terminar sus carreras salieron a buscarlxs y les daban un kit para poder estar en condiciones de salir con su guardapolvo y trabajaban con ellxs, después me traían los resultados de sus tareas. Esto era también una ayuda porque hay familias que no tienen conocimientos para ayudarlxs  con las tareas escolares. Eso es tratar de impulsar la escuela de puertas abiertas. 

- ¿Hay  mucha disparidad entre lxs chicxs que concurren en cuanto al conocimiento?

- Bueno, nuestros proyectos los pudimos ajustar en base a estxs niñxs que tienen más dificultades o que no están alfabetizadxs para poder armar otros grupos y poder trabajar con ellxs de otra manera.

- ¿En cuanto a la prevención del contagio de COVID hay  dificultades?

- Y hay dificultades, acá la gente ya se relajó, no usa tapabocas, nosotros en la escuela tenemos y lxs chicxs los utilizan. Lxs concientizamos, ellxs ya saben que se tienen que lavar las  manos, usar el alcohol y vienen a buscar lo que necesitan.

 

Mitigar el hambre

 

En Maciel la pandemia multiplicó la falta de trabajo, mucha gente quedó desocupada y las mujeres que atienden el comedor se ingenian y logran dar de comer a cientos de familias.

María Gómez tiene 46 años, cocina y es la coordinadora del Comedor  junto a sus compañeras,  todas aseguran que muchísima gente perdió sus trabajos… “Antes de la pandemia el comedor estaba en condiciones de cerrarse y ahora resulta imposible, todo lo contrario, la gente no falta y en este momento es una ayuda enorme. Funciona de lunes a viernes y siempre que hay se les da mercadería para que tengan los fines de semana”, afirma.

- ¿Cuánta gente aproximadamente llega al comedor?

- En porciones son entre 260 y 300, antes era almuerzo y cena, pero ahora esto se complicó con la pandemia y lxs chiquitxs no comen en la escuela, entonces se optó por servir la comida a  las 12 del mediodía para los dos turnos, los de la mañana y los de la tarde.

- ¿Y ustedes notan que hay mucha necesidad, que no alcanza?

- Sí, mucha, mucha necesidad porque llegan a pedir un paquete de azúcar, un poco de arroz y otras cosas, a veces tenemos donaciones, pero muchas otras no hay. Desarrollo Social nos manda y personas particulares donan  también. Uno les puede dar, porque también tenemos un espacio, la Casita del Niñx, que son chicxs que vienen en dos turnos, uno a la mañana y otro a la tarde, y bueno, no hay almuerzo por la pandemia.

- ¿A cuánta gente están atendiendo con la comida?

- Alrededor de 300 porciones o un poco más, varían por día, igual esto se pensó para 150 tapas, hasta ahora no se llegó de nuevo a 150, pero concurre gente que nunca falta porque lo necesita. La mayoría quedó sin trabajo, algunos cobran el potenciar, otro con el salario, pero es imposible vivir así…

- ¿Qué es el potenciar?

- El potenciar es como un empleo que da el gobierno que son catorce mil pesos y trabajan cuatro horas diarias. Pero bueno, acá trabajamos más compañeras que en este momento no están. Esto es bueno porque aquí pueden comer, pero a la vez es triste que dependan de esto para poder  alimentarse. Y si por alguna circunstancia no podemos abrir, sabemos que estxs chiquitxs se quedan sin comer y sus familias también.

- ¿Sábado y domingo abren?

- No tenemos, por eso se pensó en darles mercadería, eso es todo un tema porque la gente no te falta, puede llover, puede hacer  frío, puede hacer un grado y está viniendo a traer el taper, eso te indica el nivel de necesidad que tienen… Lxs chiquitxs te dicen gracias, es la viva necesidad que lxs lleva a venir acá, pero no es una deshonra vivir de un comedor, sería bueno que ellxs tengan la comida para su casa, por eso el Padre Paco pensó que lleven la comida a sus casas, porque hay personas grandes, adultas o adolescentes, que no quieren ir al comedor, les da como vergüenza.  Así surgió lo de dar el taper que además hace que coman en familia.

 

María Gómez, coordinadora del Comedor y Andrea Benítez, cocinera, junto con otras mujeres se hacen cargo de preparar alrededor de 300 porciones por día para entregar a las familias que lo necesiten. Foto: Lucrecia Da Representaçao

Andrea Benítez es otra de las cocineras y afirma que “no nos gustaría que la gente dependa de esto, pero es la realidad de lo que está pasando. Cuando comenzó la pandemia nosotras decidimos venir y cumplimos”. 

-¿Estuvo cerrado el comedor al principio de la pandemia?

- Sí, esto primero estuvo cerrado, pero el Padre nos convocó en febrero y dijo que quería reabrir y nos preguntó si estábamos dispuestas y de inmediato le dijimos que sí. Porque el comedor se cortó el 14 de marzo de 2020, cada 15 días se les daba mercadería a todas las familias, y el Padre Paco, que es el presidente de la Fundación, nos convocó para la apertura y vinimos Andrea y yo, otras personas estaban temerosas del contagio. Pero ahora, al final empezamos cinco además de nosotras dos, están también Jaquelin y Yanina que viven acá en el Fondo.

-¿Y cómo se organizan?

- Estamos acá a las 7,30 de la mañana Andre y yo, y a las 8 llegan todas las chicas que se quedan de 8 a 14 horas, somos cuatro o cinco, depende de los días, al principio nos costó llegar con la comida a las 12 del mediodía para entregar a las 13 a lxs chicxs de la mañana. Pero los de la tarde no llegaban a comer y venían con el estómago vacío porque en la escuela no te dan nada. Sólo dan una caja alimenticia. Ahora lo que hacemos es un día antes picar y cocinar todo y ya que estén listas las comidas para que se puedan llevar también. 

- ¿Hacen distintas comidas?

- Sí, los lunes es sopa de verduras de todo tipo, pero sin carne; los martes un guiso de fideos con carne; los miércoles lentejas con chorizo colorado y panceta; los jueves bondiola con puré, porque hubo una donación a la Fundación de puré Maggi, cuando se acaba lo de la donación es con arroz o puré y los viernes polenta con tuco y queso.

¿Y sábado y domingo?

- No hay, cuando se consigue mercadería se reparten bolsas para que la gente se sustente en lo posible esos días.

“Se le va perdiendo el miedo al virus…”

  Caminamos por la isla y con Lucrecia, la fotógrafa, coincidimos en que el panorama es bastante parecido al de otras veces que concurrimos a Maciel. 

“Hay mucha gente que se está sustentando con el cartoneo, ahora salen más, en el primer momento de la pandemia realmente no salía nadie -dice Andrea-, es como si fuera que empezaron a no tenerle miedo al virus, muchxs no usan barbijos, pero no lo hacen de maldad, es que no se dan cuenta… Acá hubo gente muerta, hasta hubo el caso de una chica que dio a luz y murió, y qué consuelo podés darle a una madre que vio nacer a su nieto y murió su hija… El único consuelo que podemos darle es decirle que sea fuerte por su nieto…” nos relatan.

Alexandra afirma que cuando comenzó la pandemia “se cortaron todas las actividades, se cerró el comedor y toda esa gente quedó a la deriva. Cuando recomenzamos en 2021 en el Hogar de María repusimos el tema del comedor con toda la atención y los cuidados. Con lxs chicxs se trabaja en grupos, antes teníamos talleres de cuentos y filosofía y ahora pasaron a ser alfabetización y apoyo escolar porque es lo que más necesitan, y están contentxs. Ellxs son los que más piden que se reabran los espacios”.

 

Niñxs jugando al mediodía en la canchita de fútbol del barrio. Foto: Lucrecia Da Representaçao

 

- ¿Sintieron mucho los cambios al comenzar la pandemia, no?

- Sí, estaban muy mal, se aburrían mucho en las casas. Todo cambió con la pandemia, el grupo de mujeres se interrumpió y recién ahora estamos atendiendo en forma individual hasta que venga un poco más el calor. 

Las chicas relatan que lo único que quedó abierto fue la farmacia y solamente se hacían algunas visitas domiciliarias en casos graves, pero de a poco comienza a haber aperturas, “ahora realmente entramos a las casas, estamos vacunadas, igual hay riesgos, pero es imposible no entrar al domicilio. Hasta hace poco la salud pública estaba colapsada y sólo atendían COVID, no había provisión de medicación, de una alimentación adecuada, ni de sacar turnos. Y las mamás tienen a su vez nenxs en edad escolar y bueno, hay que acompañar a las familias, atender a nenxs cuyas mamás están enfermas, alimentarlxs, todo es un trastorno, se quedan sin garrafa en el medio, no saben cómo conseguirla. A su vez, ver que la mamá o lxs adultxs mayores se levanten cuando tienen un turno en el hospital, y conseguirles los turnos porque no saben cómo hacerlo. De lo contrario están en un desamparo total.”

-¿Recrudecieron las peleas y el machismo en los hogares?

- Y sí, la convivencia permanente  en las casas, las peleas entre parejas y los malos tratos se volvieron mucho más frecuentes. Y no sólo con las parejas, lxs chicxs se cansaban del encierro y peleaban entre ellxs, las viviendas son en muchos casos precarias y el hacinamiento no ayuda para nada. Hubo situaciones graves. Te dicen “quedate en casa”… ¿pero en qué casa? Acá hay una población bastante castigada, con muchas situaciones complejas de violencia, consumo,  abusos, es impresionante…Y además no se mueven de la isla, por ahí por algún trámite, pero casi no salen de acá.  Es una cuestión territorial, cuando salen te dicen “afuera, del otro lado, al exterior” Y “al otro lado” es Avellaneda, por ejemplo, o La Boca. Por eso no sabés si es mejor “quedate en casa” o “salí de casa”… El tema es ¿en qué casa? De qué casa me están hablando, en qué casa me tengo que quedar…. Estoy más segurx en mi casa o afuera? 

Ahora está algo más tranquilo y estamos mucho más contentxs de volver  a encontrarnos. Lxs chicxs vuelven a encontrarse, a bañarse en nuestro lugar, a comer si lo necesitan, a tener refugio cuando lo piden. Están más contentos,

Este es el panorama actual en Maciel, poco antes de la pandemia habíamos estado en el lugar y muchísima de la gente tenía sus trabajos afuera y, aunque modestamente, podían cubrir sus necesidades.

 

Una de las calles internas del barrio Isla Maciel donde la vulnerabilidad está a la vista. Foto: Lucrecia Da Representaçao

 

Ahora desprovistos de gran parte de eso se ingenian para cartonear, hacer changas, conseguir algún trabajito pago fuera de la isla. Pero la miseria y el dolor se hacen sentir. 

No obstante un grupo incansable de mujeres luchadoras trabajan para tratar de solucionar  el hambre, la violencia, la miseria y el desarraigo, buscando la posibilidad de mejorar las condiciones del barrio y su gente. El Padre Paco Olveira con la Fundación  no hace milagros… pero ama y da todo lo que puede por su gente.   

 

 

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