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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

25/08/2022

A 50 años de los fusilamientos

Variaciones Trelew

El 15 de agosto de 1972, 110 presos políticos -militantes del PRT-ERP, las FAR y Montoneros- planificaron lo imposible: la fuga del penal de Rawson. Una semana más tarde, el 22 de agosto a la madrugada –sin juicio previo ni aviso- las fuerzas militares fusilaron a los 19 militantes recapturados, en la Base Almirante Zar, emplazada en Trelew. A 50 años, Revista Haroldo seleccionó textos sobre la masacre de Martín Gaudencio, Roberto Santoro, Aida Victoria Delpiero, Humberto Costantini, Haroldo Conti, Juan Gelman, Juan José Saer, Carlos Patiño y León Rozitchner.

El 15 de agosto de 1972, 110 presos políticos -militantes del PRT-ERP, las FAR y Montoneros- planificaron lo imposible: la fuga del penal de Rawson. Tras un trabajo de logística de meses, los detenidos lograron tomar la cárcel. Sin embargo, por una falla comunicativa en la última etapa, los camiones destinados a trasladar al total de los evadidos se retiraron y solo 25 –cuadros principales, fundamentalmente- lograron huir del penal y apenas seis consiguieron abordar el avión para concretar el escape hacia Chile primero y Cuba después. Una semana más tarde, el 22 de agosto a la madrugada –sin juicio previo ni aviso- las fuerzas militares fusilaron a los 19 militantes recapturados, en la Base Almirante Zar, emplazada en Trelew. Tres de ellos sobrevivieron y lograron dar testimonio.

A cincuenta años de la masacre de Trelew, Revista Haroldo presenta una selección de poemas y fragmentos que permiten abordar -y recordar- los hechos desde diferentes ópticas. Desde la reconstrucción (ficcional) de las voces de los militantes que lograron escapar hasta la evocación por parte de sus amigos y compañeros. Como dice León Rozitchner: “Recordar es construir un hecho vivo más poderoso que antes”.

***

1)Fragmento de Interceptado en Trelew de Martín Gaudencio - Imago Mundi (2011)

En el cockpit del Bac-One-Eleven Eduardo y Abelardo se alegraron, de manera secreta, cuando todos escucharon al piloto del Boeing decir que abandonaba la aproximación y que se dirigía a Bahía Blanca. Lo disimularon muy bien ante Lucio y el Gallego. Ellos, en cambio, se quedaron petrificados, absortos por los que habían quedado atrás y sin escapatoria. Ambos sabían que los compañeros del segundo escalón serían apresados nuevamente y torturados, maltratados hasta el infinito, en represalia por la osadía de haberse escapado de la mazmorra de máxima seguridad en Rawson. Sin embargo, todas sus previsiones no alcanzaron para imaginar que la fuga se transformaría en la estocada final a la autodenominada Revolución Argentina, iniciada en 1966 por el católico ultramontano general Onganía, un déspota que disimulaba su labio leporino con un bigote de morsa. No obstante, las secuelas del Cordobazo de mayo de 1969, la toma de La Calera y la ejecución de Aramburu -estos últimos hechos perpetrados por los Montoneros en 1970- lo habían eyectado del poder ese mismo año. La evasión del penal de Rawson en 1972 sería, sin duda, el tiro de gracia a la dictadura declinante del general Lanusse, que venía buscando una salida elegante del gobierno, por la vía electoral, a través del Gran Acuerdo Nacional y con Juan Domingo Perón proscripto.

A Lucio lo asaltó un maremoto de remordimientos por el hecho de no haber esperado un par de minutos más a los que se habían quedado a pie en Trelew. Cuando se repuso de la mala nueva, le dijo a Eduardo:

- Ahora podés usar la radio. Decile a este de la torre de control que estás secuestrado, con rumbo desconocido y que te pase con alguno de esos «pasajeros» que dijo que habían llegado. Después llamá a tu empresa en Buenos Aires, como me pediste hace un rato, y deciles que estamos yendo a Puerto Montt, por combustible y mapas. Que agilicen allá en Chile, que avisen en Santiago que estamos en camino.

Abelardo tomó el micrófono, porque Eduardo estaba muy distónico, e informó a Trelew de la situación a bordo. Enseguida se pusieron al habla, a través de la frecuencia de tránsito aéreo, el Indio y el Gaita, quien estaba de vuelta en la torre de control. Ellos le informaron a Lucio que habían tomado el aeropuerto y que esperaban, de un momento a otro, el ataque de las fuerzas represivas para retomar el control del mismo. También le advirtieron que no arriesgara el éxito parcial de la fuga con un retorno para recogerlos y que ellos se entregarían sin combatir, en presencia de testigos. Usarían para esto a los pasajeros que habían estado esperando la llegada del vuelo de Aerolíneas Argentinas sumados al periodismo, a las autoridades judiciales y a un médico, estos últimos en camino desde la ciudad. Lucio, entonces, los saludó con una consigna del Ejército de los Andes de San Martín adoptada por las FAR, «libres o muertos, jamás esclavos» y, luego, la de la carta de despedida del Che a Fidel Castro: «Hasta la victoria siempre. ¡Patria o muerte!». Le quedó un mal presagio por los camaradas a los que, bien lo sabía él, no tenían otro camino más que deponer las armas. Hasta allí habían llegado, sin avión no había repliegue posible de ese escenario y la idea de resistir a la enorme superioridad de las fuerzas de Infantería de Marina, de la policía provincial, del Ejército y la Gendarmería allí reunidas, era una locura. Para los revolucionarios no tenía ningún sentido hacerse matar -matando- en Trelew, con algo más de medio centenar de rehenes civiles. Una rendición incondicional era la única alternativa en ese momento, ya que la lógica militar guerrillera mandaba nunca exponerse a la derrota.

Glorias. Juan Gelman de Federico Aymá. Ilustración: Archivo familiar/ Colección CCMH Conti

2)“La emoción mayor de Buenos Aires” de Roberto Santoro - Informe sobre Trelew (1974) y No negociable (1975).

La emoción mayor de Buenos Aires

en cual de estas 3 ciudades
asesinaron a
Mariano Pujadas
Ana María Villareal de Santucho
Pedro Bonnet
Miguel Polti
María A. Sabelli
José Mena
Humberto Suárez
Carlos Astudillo
Emilio Delfino
Clarisa Lea Place
Alfredo Kohon
Alberto Del Rey
Susana Lesghart
Adrián Toschi
Eduardo Capello
Y Jorge Ulla?

en Rawson
en Bahía Blanca 
o en Trelew?

3)“Tigres” de Aida Victoria Delpiero - Informe sobre Trelew (1974)

Tigres

Cierto que no había quien anunciase pero ya estaban
ellos acuñando tardes de impotencia hasta que se les
ahuecaron entonces antorchas por los ojos y quedaron desnudos
tiempos tiritando sus fríos de tres cuencas
por la sangre y en las manos hubieron de angelicar
sus dieciséis miedos y el vacilar y los temores
hasta que anudaron todo y lo regalaron a las estatuas
para que sepamos de tiempo atrás que se montan en gorriones
risas ansias manteles y vigilias y nos giran
estos dieciséis tigres o promesas sorbieron entonces
borbotones de verdad cuando avanzaban para que sepamos
iban cautelosos con sus corazones creciéndoseles a estampidos
de la misma lluviabuena que les bautizó sus nombres
de silencio puro para acrisolar así los días sangrantes
anubarrados y plomizos meses para entregársenos una barcada
de alas grandes y pequeñas y hubieron de desaparecer cuando
el nocturno acontecía solo por fuera de estos dieciséis tigres
o promesas anunciantes tan cercanos para que vayamos sabiendo
por acaso no preguntemos no indaguemos no interroguemos
esos que dictaminan el setenta y dos año emergente ay del mundo
por sus escándalos dijeron quienes llaman desde los principios
mejor quite su ojo antes proclamaron mientras les florecían
acrimonias por su bota alimentadas y entonces espolearon
sus caballos y los carros que fueron a fatigar tigres o dieciséis
promesas entretanto esos devoradores de cenizas a veces pensaban
si no se les escondía una mentira en la mano derecha consecuentes
deshollaban las dieciséis vidas ahí mismo se fueron
que en ríos sobre el campo seco o en agua por el sedacal
sobre la ribera brotándose como hierbas
como sauces

Fragmento de Glorias. Juan Gelman de Federico Aymá. Ilustración: Archivo familiar/ Colección CCMH Conti

4)“Testimonio de un suboficial que intervino en los sucesos de Trelew” de Humberto Costantini - Informe sobre Trelew (1974)

    Sí señor, mucho miedo. Usted lo ha dicho bien, un miedo sucio. Y rabia, una rabia mordida. Una rabia dolor de no poderlos. Verlos así, tan ellos, tan simplemente ellos, tan vivos, tan muchachos, tan libres. Sí, bueno, sí, tan libres. Los odiábamos con todo nuestro miedo.
    Por las noches hablaban. Traté de comprenderlos. Andaban. Se nos subían al sueño en grupos en bandadas. Qué se yo. Se acercaban, cantaban, me parece. Pero lo peor de todo es que se reían.
    Ah, era insufrible aquella risa. Usted no sabe. Era tocarle el culo a la Marina. Así. Conocerles el miedo, destaparnos. Cómo los podríamos ver luego. Desnudos, como ranas, solos, enfermos, abombados de hambre y de palizas. No les ladraba un perro y se reían. En sueño, claro, pero se reían. Se nos reían señor. Dueños de qué se yo, conocedores. No sabían, no sabían de miedo. Nos rondaban. Nos miraban de noche. Se reían.

    Por eso fue, señor, para que se callaran, para hacerlos callar, para que nunca más, para que vieran. En fila, claro, en fila los pusimos, como siempre. Gritamos el mentón contra el pecho, no fuera que miraran, no fuera que se pusieran a mirar, los insultamos, mucho, para damos coraje, ¿cómo si no?, la PAM me transpiraba de miedo en esta mano, yo no sé si quería, yo me hubiera ido, pero alguien disparó. Cayeron varios, otros ganaron los calabozos. Entonces yo me vi tirándoles, gritando para tapar el miedo, entre el olor a pólvora y los gritos, van a cantar carajo, entre la sangre, entre quejidos y los cuerpos cayendo, ríanse de la armada hijos de puta, disparábamos, las mujeres, había varías mujeres, señor, son duras de morir, las rematamos, recorrimos heridos a balazos, prolijamente recorrimos las celdas rematando, matando, se quisieran fugar, se nos Fugaron, nos trepaban   al  sueño,  se  reían se   nos  siguen  riendo, tengo miedo.

5) “Una misma sangre" de Haroldo Conti - Informe sobre Trelew (1974)

Yo estaba en Chubut cuando recibí la noticia. Venía de Trevelin en dirección a Esquel cuando alguien metió la radio de la camioneta y pasaron la noticia. Callamos todos, por más que el grupo estaba formado por gente que tenía poco o nada que ver con el proceso que se jugaba en ese momento en el país. Técnicos del proyecto Futaleifú o personal de un equipo cinematográfico. Pero de cualquier forma sentimos aquella gran nube negra que cubría el espacio de la patria y creo que todos pensamos que hasta ese momento habíamos estado compartiendo el mismo aire con las víctimas y los asesinos y que en cierta forma nos encontrábamos en camino a Trelew, sobre la misma pelada tierra y en la misma dirección.

Ahora, a dos años de aquel suceso que se agiganta en la historia porque no hay pacto, ni paritaria, ni descarnado general que pueda secar aquella sangre, en una mañana igual, tan igual que ayer acaban de caer 19 compañeros y hoy seguimos golpeando esta misma máquina que ha escrito tantas veces la palabra Trelew, quiero sumar mi nombre al homenaje y la recordación de compañeros y compañeras pero siento el mismo vacío que entonces y no encuentro palabra, ni gesto, ni idea siquiera, pobrecito escritor, que iguale más o menos cuanto se ha dicho, cuanto se dirá en estos días por aquellos que saben repasar su bronca y expresarla con precisión, tal vez con belleza. No soy poeta para armar un poema y escribir un cuentito me parece sencillamente ridículo, mis recuerdos son los de todos y mis sentimientos posiblemente los mismos. Levanto los ojos y por encima de mi máquina descubro el enorme poster con la figura del Che que preside mi casa, San Ernesto de la Higuera. Entonces le pregunto, te pregunto: ¿Comandante, qué digo? Que escribo que tenga la altura y el brillo de aquella sangre o, aunque algo menos –vaya pretensión la mía-, la dignidad de esa herida, porque, como te canta tan muy dulce y dolido Pablito Milanés, “qué tengo yo que hablarte, comandante, si el poeta eres tú”. Y tu, efectivamente, comandante, a través de tus ojos de tranquilo y seguro fuego, a través de tu barba empapada en sangre, “ardiente vendaval y lenta rosa”, vivo en tu muerte, vivo en el azúcar, en la sal, en los cafetos y también en la luminosa sangre que desde Trelew junto a la tuya alumbra la noche americana, me responde, “firme la voz que ordena sin mandar, que manda compañera, ordena amiga, tierna y dura de jefe, camarada”: “Todos y cada uno de nosotros paga puntualmente su cuota de sacrificio, consciente de recibir el premio en la satisfacción del deber cumplido, consciente de avanzar con todos hacia el hombre nuevo que se vislumbra en el horizonte”. ¿Qué digo, qué hago, qué pongo yo de ese hombre nuevo? Frente a esta sangre del tamaño de tu sangre es todo lo que se me ocurre decir, Che comandante, amigo. Muchos han respondido ya y responderán todavía con idéntica sangre. ¿Cuál es mi respuesta?

Fragmento de Glorias. Juan Gelman de Federico Aymá. Ilustración: Archivo familiar/ Colección CCMH Conti

6) “Glorias” de Juan Gelman – Hechos y relaciones (1980)

Glorias

¿Era rubia la pulpera de Santa Lucía? ¿tenía los
ojos celestes?
¿y cantaba como una calandria la pulpera?
¿reflejaban sus ojos la gloria del día?
¿era ella la gloria del día inmensa luz?

son preguntas inútiles para este invierno
no se las puede echar al fuego para que ardan
no sirven para calentarse en el país
no sirven para calentar al país helado de sangre.

por una sábana de luz iría la pulpera santa de
voz
graciosamente moviendo sus alrededores sus
invitaciones
y el olor de sus pechos y la penumbra de sus
pechos
hacían bajar el sol sobre la pampa bajaban
a la noche como un telón.

¿quién no se iba a perder en esa noche? ¿quién
no se iba a encontrar allí mismo pasando
su furia por la suavidad que la pulpera fundó?
horas se podría estar contando esta historia y
otras parejamente tristes
sin calentar un solo gramo del país sin
calentarle ningún pie

¿acaso no está corriendo la sangre de los 16
fusilados en Trelew?
por las calles de Trelew y demás calles del país
¿no está corriendo la sangre?
¿hay algún sitio del país donde esa sangre no está
corriendo ahora?

¿no están las sábanas pegajosas de sangre
amantes?
¿y llena de sangre la pulpera y sus ojos celestes?
¿ahogados en sangre?
¿y la calandria hundida en sangre y la gloria del
día
con las alas empapadas de sangre sin poder
volar?
¿no hay sangre en la penumbra de tus pechos
amada?

¿y dónde no la hay esa sangre caída de los 16
fusilados en Trelew?
¿y no habría que ir a buscarla?
¿y no se la habría de oír en lo que está diciendo
o cantando?
¿no está esa sangre acaso diciendo o cantando?

¿y quién la va a velar? ¿quién hará el duelo de
esa sangre?
¿quién le retira amor? ¿quién le da olvido?
¿no está ella como astro brillando amurada a la
noche?
¿no suelta acaso resplandores de ejército mudo
bajo la noche del país?

con sangre verdaderamente están regando el país
ahora
oh amores 16 que todavía volarán aromando
la justicia por fin conseguida el trabajo furioso
de la felicidad
oh sangre así caída condúcenos al triunfo

como calandria de sus pechos caía y
como sangre para apagar la muerte y
como sangre para apagar la noche y
como sol como día.

Fragmento de Glorias. Juan Gelman de Federico Aymá. Ilustración: Archivo familiar/ Colección CCMH Conti

7) "Trelew" de Juan José Saer - El arte de narrar (1988)

Trelew

Soy
la sangre de los vencidos
que se propaga y tiñe el todo
corroborando, lenta, el delirio.
Los sacaron, de esta red prisiones,
en un caballo pálido.

Fragmento de Glorias. Juan Gelman de Federico Aymá. Ilustración: Archivo familiar/ Colección CCMH Conti

8) Poema de Carlos Patiño - Informe sobre Trelew (1974)

Algún día
Será fiesta del pueblo.
Algún día
Cuando la luz se haga
sus dieciséis ejemplos flamearán
se agitarán sus estandartes
por encima de inmensas muchedumbres.

Recién entonces
será una fiesta.

Y ellos
los dieciséis
y todos los
asesinados por el odio
sonreirán
desde nuestros hijos.

Fragmento de Glorias. Juan Gelman de Federico Aymá. Ilustración: Archivo familiar/ Colección CCMH Conti

9)Fragmento de “Los desfiladeros de la memoria” de León Rozitchner - En Revista Fin de siglo (Octubre de 1996)

La razón asesina del poder político se sigue multiplicando en sus signos

Memoria, en el campo de la vida histórica, es la movilización colectiva que actualiza la lucha que quedó, como un límite insuperable, detenida en el momento de las torturas los asesinatos. Pero abren ese sentido pasado mostrando lo que de común tiene con el presente. En una sociedad vencida, dislocada, el terror sigue trabajando en el silencio dentro de los espacios sociales conquistados por la muerte. Fue el terror el que hizo posible en el presente la sustracción de la vida cotidiana y la riqueza colectiva entregada, como si se tratara del botín de una guerra perdida. Y en realidad para ellos fue una guerra ganada con los medios adecuados para alcanzar el triunfo: bajo la excusa de enfrentar a la guerrilla se trataba en realidad de derrotar y someter a toda la población argentina. Ese fue su objetivo: atomizar sus fuerzas, exacerbando el individualismo por la ganancia y el consumo o la mera subsistencia, perdido el sentido de la vida, disueltos los vínculos sociales construidos en el largo tiempo solidario, mientras los cuerpos de los ejecutores y las Instituciones asesinadas están entre nosotros como amenazas impunes, ¿qué sentido tiene entonces el recuerdo, el coraje, la memoria, si no encuentra un cuerpo real, imaginario y colectivo, para hacerle frente y resistirle?

Anudar la memoria social con el pasado es volver a retomar el camino que quedó allí entregado, para emprenderlo nuevamente de otro modo: es confirmar la alianza colectiva en un desafío ineludible para volver a andarlo, luego de haber aprendido algo más de la dimensión asesina de los poderosos. Para que el pasado y el sufrimiento no haya sido en vano debe convertirse en una nueva secundaria material, hacha de cuerpos vivos, donde el recuerdo revela la profundidad del obstáculo que debe ser enfrentado y la compleja trama de un proyecto nuevo. El terror desnudo en su anverso también lo que el poder más teme, mostrando a quienes en verdad iba dirigida la amenaza: ligándola a la lucha por transformar las condiciones de la vida. Ese terror fue una respuesta contra la rebeldía social: también ellos tenían miedo. Recodar es construir un hecho vivo más poderoso que antes; volver a activar, al evocarlo, la sabiduría de una nueva e inédita experiencia histórica: lograr, por nuestro empuje, que sus armas, sus fantasmas religiosos y sus amenazas sean impotentes para detener la resistencia.

Federico Aymá

Artista argentino nacido en Paraná en 1941. El dibujo funcionó para Aymá como vehículo de denuncia. En obras como “Glorias de Juan Gelman” que forma parte del patrimonio del Conti, Aymá decidió alternar el dibujo con una escritura fluida, incluyendo fragmentos del poema del escritor, poeta y militante argentino.

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