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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

13/03/2023

La cobertura del Juicio a las Juntas

Documento vivo del horror

En 1985 el periodista Carlos Rodriguez y el fotógrafo Eduardo Longoni formaron parte del grupo de periodistas y reporteros gráficos que cubrieron el Juicio a las Juntas Militares, un hito para el periodismo argentino, tanto como el propio juicio lo fue para la vida política nacional. Casi 40 años después y con el éxito de la película Argentina, 1985 como contexto, recuerdan aquellas jornadas intensas y transformadoras.

Durante el Juicio a las Juntas Militares, en 1985, el periodista Carlos Rodríguez y el fotógrafo Eduardo Longoni trabajaban en la Agencia de Noticias Argentinas, NA, una de las más importantes en ese momento, de impronta federal e “independiente”, incluso. por entonces, con alcance superior al de la agencia pública, Télam. Rodríguez, a su vez, formó parte del equipo del periódico de la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Ambos protagonizaron algunos de los episodios más emblemáticos de aquella cobertura, un hito también en la historia del periodismo gráfico de la incipiente democracia.  


Hay una foto icónica del Juicio a las Juntas: los genocidas ingresando en fila al banquillo de los acusados bajo la mirada del fiscal Julio César Strassera. A esa imagen su autor, Eduardo Longoni, la obtuvo llorando. Hubo otros hechos sobre los que desde entonces tampoco se habló demasiado. Por ejemplo, las reuniones privadas de los periodistas acreditados con los miembros del tribunal y la conmoción que les causó escuchar los testimonios de quienes fueron torturados. 

“Cuando el fiscal Strassera leyó el alegato escrito por el dramaturgo Carlos Somigliana, fue una explosión. Era duro pero poético”, cuenta Carlos Rodríguez. Él y Eduardo Longoni, otros colegas y los familiares y las víctimas del terrorismo de Estado compartieron esa sala de madera en Tribunales, desde donde vieron todos los días a los responsables de las torturas, la desaparición de personas y robo de bebés sentados en primera fila. Entre ellos Jorge Rafael Videla, que llevaba una Biblia. “Nosotros estábamos al costado, debajo de las gradas. El día de la condena nos abrazamos entre todos”, recuerda. 

En Tribunales, mientras él organizaba junto a sus compañeros postas de anotaciones en libretas desde el principio hasta el final de las maratónicas sesiones, Eduardo Longoni tomaba una fotografía que marcaría su trayectoria: los jefes de la dictadura ingresan a la sala rumbo al banquillo de los acusados, en fila y bajo la mirada del fiscal Julio César Strassera. Es en septiembre de 1985. “El primer día que ingresaron los militares fue la primera foto que hice llorando, no podía creer que esos monstruos crearon la peor tragedia de la Argentina”.

En ese momento, el fotógrafo comprendió que podía “empuñar” la cámara como si se tratara de un lenguaje que le permitiera, desde esa profesión, combatir, militar, resistir y dejar su “granito de arena” en un embate contra la dictadura y frente a lo que comenzaba a ocurrir en la Argentina: se iniciaba la etapa donde la dictadura cívico-militar empezaba a opacarse y se vislumbraba un tiempo de cierta libertad.
Cierta, porque todavía sobrevolaban sensaciones de temor. 

El trabajo de Carlos Rodríguez estaba enfocado en la redacción, y como en todo juicio, no se podía utilizar grabadoras: “Yo salía y hablaba por teléfono de línea con la agencia. Pasaba la información que había tomado con los apuntes y luego le dábamos forma para publicarlo inmediatamente. Al final del día, la persona que estaba hacía la cabeza informativa uniendo toda la información”, explica el periodista.

Una imagen icónica del juicio a las Juntas: los genocidas ingresando a la sala de los acusados bajo la mirada del fiscal Strassera. Foto: Eduardo Longoni. 

La negociación por las fotografías
En una primera instancia tampoco se permitía publicar fotos sobre el juicio. Luego de una reunión que mantuvieron distintos editores de fotografía, de la cual participó Eduardo Longoni por NA, se impulsó el pedido de audiencia con la Cámara Federal y fueron recibidos por ese órgano judicial. En ese encuentro le fue otorgado el permiso de ingresar a un fotógrafo y a partir de esa decisión, desarrollar un pool periodístico. Lo cubría Agencia de Diarios y Noticias (DyN), Télam y Noticias Argentinas, un día cada una.

La Cámara Federal designó al fotógrafo Juan Carlos Piovano como “custodio” de ese material, sobre el que luego se realizaba una edición de algunas fotos del día entre los editores de varias de las agencias, que se distribuían en todas las agencias nacionales e internacionales. De ese modo estaba cubierto a nivel mundial el juicio.

Las reuniones con el tribunal
Durante los ocho meses que duró el juicio, los periodistas debían ser muy ordenados. Había pautas muy rigurosas. En varias oportunidades, se reunieron con los jueces para clarificar información. “A veces te quedaban dudas, por eso nos encontrábamos para desasnarnos”, comenta Rodríguez. En aquel momento las agencias difundían el material a los medios y Noticias Argentinas llegaba a los del interior. “Fue como aprender periodismo todo el tiempo. Cómo cubrir, cómo generar empatía con la víctima”, agrega Rodríguez. “¿Cómo no te vas a conmover con alguien torturado? Más allá de ser periodista, sos una persona”. 
“Estar cerca de los responsables del terrorismo de Estado no era gratuito”. Más de una vez Longoni se sintió abrumado por verlos allí con “la soberbia con la que estaban”. Una de las cosas que más recuerda es que “Videla entró y salió todos los días que estuvo ahí con la Biblia en la mano, leyéndola”. “Era el peor, en el sentido de que era un cruzado. Los otros participaban de lo que estaba ocurriendo, de hecho, Massera habló en el juicio, a diferencia de Videla, que se sentía una deidad”.

Galtieri y Videla en un desfile militar en el Regimiento de Granaderos a Caballo, 1982. Foto: Eduardo Longoni.

Historias de fotografías
Previo al Juicio, Eduardo Longoni había fotografiado en funciones a varios de los responsables que estaban sentados en el banquillo de los acusados. Hoy recuerda imágenes de Galtieri y Videla riéndose en el palco del Regimiento Granaderos a Caballo, como también las imágenes de los comandantes en la misa de la Capilla de Stella Maris. “Para las Fuerzas Armadas, cada 24 de marzo era una celebración”, recuerda. En medio de estos particulares escenarios, Eduardo continuaba en la búsqueda de la imagen y con la cámara entre sus manos.
Longoni vivió la particularidad de retratar a los militares tanto en funciones como en el banquillo de los acusados. En ese paralelismo, y como si tuviera un as en la manga que podía reservarse en silencio, recuerda que “las fotos de las Madres o de las primeras Marchas eran de alguna manera puramente documentales, ya que podían servir en ese momento para intentar publicarlas en los diarios extranjeros para que de alguna manera se corriera el velo de lo que pasaba en la Argentina”. 

Sobre la relación de las fotos que estaban vinculadas a los militares, el fotógrafo lo describe como “intentar ganar pequeños recortes de símbolos que pudieran servir a futuro. Cuando los militares entran al juicio y están sentados en el banquillo de los acusados, la cámara de nuevo corre a lo que era testimonial duro: estos son los acusados de ser asesinos y juzgados”. También sostiene que “verlos sentados en el banquillo de acusados y verlos condenados es un hecho fundacional de la democracia argentina, y haber estado ahí me parece uno de los privilegios que me dio la cámara que para mí representa un pasaporte a ciertos lugares a los que no hubiera llegado de otra manera”.

Entre pinceladas que definen su relación con las imágenes que pasan por la lente de su cámara, además de la imagen que se crea en ese instante también guarda otras sensaciones: olores, sonidos. En particular, las fotos que captó en el juicio invadieron y generaron otros sentimientos que están ligados a un “descenso a un lugar del que no era posible dar crédito y de lo que el fiscal Strassera tuvo que probar respecto de plan sistemático de desaparición, tortura y muerte”.

 Marcha de las Madres de Plaza de Mayo,1981. Foto: Eduardo Longoni.

“Para nosotros, el juicio fue una válvula de escape”
Previo al proceso judicial a las Juntas Militares el periodista Carlos Rodríguez, como muchos de sus colegas, había leído los testimonios del informe realizado por la Organización de los Estados Americanos (OEA) que fue presentado en La Paz, Bolivia, en 1980. Carlos explica que si bien parte de la sociedad argentina tenía conocimiento sobre lo que había pasado durante la dictadura, la gravedad era mayor. “Las propias Madres al principio no tenían dimensión. Ellas pensaban que eran unas pocas y después empezaron a darse cuenta que sucedía en todo el país. Fueron creciendo”, detalla. “Para nosotros, los periodistas, el juicio fue una válvula de escape. Vos querías estar ahí”, agrega Rodríguez.

Entre algunas menciones que se cruzan en la vida del fotógrafo Eduardo Longoni, describe la sensación que tuvo sobre varias de las imágenes que quedaron sueltas. Reconoce que quedaron muchas fotos que no se pudieron hacer: "Nadie pudo fotografiar un secuestro, nadie pudo fotografiar el ocultamiento”.

En un balance que surge 37 años después, Carlos Rodriguez reflexiona que tenía los “anticuerpos necesarios” para soportar las más de 500 horas de testimonios desgarradores. Si bien transitó varios juicios orales este, a su entender fue el más importante de su vida. “Lo que hizo Alfonsín fue audaz, pero estaba limitado por la presión de los militares”, opina el periodista.

Por su parte, Eduardo Longoni asume que no pudo hacer fotos de lo que significó el regreso de la democracia. “Tenía tan inscripto lo que era correcto fotografiar, de las fotografías de los organismos derechos humanos, de las Madres que no pude fotografiar la gente besándose, las fiestas. No me parecían que eran temas y hoy no tengo fotos del retorno de la democracia. Seguí fotografiando como una necesidad de seguir dando testimonio de las cosas más duras”.

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