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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

Dossier / Democracia, 40 años

05/12/2023

Democracia, 40 años

Los feminismos en el centro de la escena

Intensos y persistentes, los feminismos lograron en los últimos años cristalizar en presencia pública y en conquistas concretas una agenda que renovó muy saludablemente la dinámica de ampliación de derechos en democracia.

Cuando las feministas en Argentina no encontraron lugar en la política tradicional inventaron un espacio propio para tramar su política: los Encuentros Nacional de Mujeres, una experiencia inédita en el mundo que hace más de tres décadas se mueve de provincia en provincia dejando a su paso organización y planteando estrategias de incidencia. 

Cuando la lengua impuesta tampoco podía ponerle palabras a la denuncia, demanda y deseo el feminismo popular tramó una lengua propia, un código compartido y resumido en tres palabras: Ni Una Menos. Como lema, como contraseña, como colectivo y movimiento social, el grito de furia y hartazgo por los femicidios saltó las fronteras de la indignación y también del activismo más tradicional para dar lugar a un feminismo de masas. Ni Una Menos traspasó los límites geográficos y tuvo sus réplicas en otros puntos de América Latina y el Caribe. Fue una inyección de nuevas identidades políticas que se sumaron a las calles, una renovación y expansión de lo conocido hasta entonces.

Collage: Juan del Marmol

Cuando el reclamo por el derecho a decir que no era todavía una proclama de un grupo reducido, ellas se inventaron un símbolo propio: el pañuelo verde en diálogo con el pañuelo blanco de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Inscriptas en la lucha por los derechos humanos, escribieron una ley para que el aborto voluntario sea ley e insistieron 16 años hasta que lo lograron en 2020. El año en el que la muerte se naturalizó en forma de reporte diario, en nuestro país triunfó la vida y la libertad. Con apoyo del gobierno nacional, se conquistó una ley que reconoce a las mujeres y todas las personas gestantes como ciudadanas después de casi un siglo en el que tuvimos confiscada la plenitud del goce sexual, obturada la posibilidad de decidir y arrojadas a la zona de riesgo y las secuelas físicas que planteaba un aborto inseguro o las consecuencias legales de enfrentar la criminalización.

En el aniversario de los 40 años de democracia poner en fila los hitos de los feminismos en nuestra historia reciente tiene múltiples caminos posibles. No hay una sola idea de memoria y la memoria feminista tiene un sentido de justicia más que de nostalgia: nombrar lo que hicimos, lo que logramos juntas para seguir proyectando un futuro posible, aún en un presente que se presenta hostil.
Durante mucho tiempo la política feminista había sido un susurro. Entre 2015 y 2020 el movimiento históricamente subestimado saltó el cerco como poder político que demostró su potencia en las calles, tuvo capacidad de convencer e interpelar a otros y otras sobre las desigualdades, disputó sentidos comunes y paradigmas culturales que lograron transformaciones en la realidad efectiva para achicar brechas de riesgo para muchas. 

Las luchas feministas, en general, se representan con las imágenes chispeantes de la desmesura que provocan las grandes manifestaciones masivas en las calles: todas, todos, muchas tenemos en la memoria colectiva y afectiva el Congreso iluminado de violeta en la primera manifestación por Ni Una Menos, la Plaza de Mayo repleta de paraguas el lluvioso 19 de octubre de 2016, primer Paro Nacional de Mujeres o las multitudes en Rivadavia y Entre Ríos mirando por pantalla gigante asistiendo en vivo a la media sanción de la interrupción voluntaria del embarazo el 13 de junio de 2018. 

Pero, ¿Qué pasa cuando la marcha se desconcentra? ¿Cuándo aquellas que se movilizaron por primera vez vuelven a sus casas, a sus trabajos, a sus espacios de estudio, a sus vidas cotidianas, a conectar con sus vínculos preexistentes, a formar nuevos vínculos? ¿Cómo se relacionan con otras? ¿Cómo construyen bajo el mandato de la deconstrucción? ¿Qué pasa cuándo las cámaras de la televisión dejan de sorprenderse por el acontecimiento qué sucede? Hay otras representaciones que son parte de las afectaciones, menos efervescentes pero con la potencia de lo cotidiano. Es difícil capturar estos impactos en imágenes memorables pero suceden. 

Pienso al feminismo como una conversación. La conversación continúa de manera subterfugia más allá de las manifestaciones multitudinarias. Y en estos últimos años después de Ni Una Menos sostuvimos una conversación de mayorías con más o menos gritos de furia y colectivos, con el megáfono en la mano y sin él, encolumnadas detrás de un mismo grito y hasta hubo momentos ruidosos en los que no nos entendimos y tampoco nos entendieron, algunos en los que volvimos a ser susurro, otros en los que nos han pedido silencio más o menos amablemente, fragmentos de tiempo en los que volvimos a gritar articuladas con otros movimientos, más cerca de la política tradicional, más lejos. También nos acallaron y corrieron de esos lugares donde podíamos conversar o nos señalaron cuando teníamos o podíamos hablar o de qué. Esa pregunta inquisitoria de ¿dónde están las feministas? todavía pesa y aplasta. Pero de una forma u otra el feminismo y todas sus demandas y denuncias estuvieron en el centro. Quizás lo que faltó en esa conversación fue colocar, en el mismo nivel, la posibilidad de imaginar un mundo libre de violencias, el buen vivir.

El resultado electoral del domingo 22 de noviembre, la elección más trascendental desde 1983, plantea un ciclo político inimaginable para el movimiento feminista. La derrota abraza a un amplio campo del progresismo pero a las feministas en particular las expone porque hace tiempo que el espacio que representa quien será el próximo presidente de la Argentina las(nos)  señaló como enemigas: a nuestras identidades, nuestras agendas, nuestras conquistas, nuestros errores, limitaciones y dificultades están bajo la lupa, nuestra existencia. 

En el país que inventó Ni Una Menos y exportó el pañuelo verde como símbolo de lucha, en la grilla gubernamental de la futura gestión no figura un Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, pero tampoco ningún lugar donde alojar políticas de prevención de las violencias machistas. A días de que asuma el nuevo gobierno no hay definiciones sobre muchas de las gestiones que fueron admiradas y replicadas a nivel internacional. Estamos ante el abismo porque lo que tenemos por delante es incierto.

En un mundo permanentemente en crisis y al borde de la extinción, se vienen tiempos de reflexión, de preservarnos, cuidar las redes y los efectos. La conversación sigue. Habrá que encontrarle otro formato, otro canal. Siempre tendremos algo por lo que valga la pena luchar. Todavía nos sabemos feministas. 

María Florencia Alcaraz

Es periodista y Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM). Es co-directora y miembra fundadora del medio de comunicación nativo digital LatFem. Hoy es cronista en Desiguales por la Televisión Pública. Como periodista colaboró y colabora en distintos medios: Washington Post, Revista Anfibia, Cosecha Roja, Infojus Noticias, entre otros. Trabajó en radios comunitarias y en las radios FM Nacional Rock y El Destape. En 2018 condujo el ciclo de entrevistas a feministas por Youtube, La olla. En 2013 recibió el premio Lola Mora que entrega la Dirección de la Mujer de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por su trabajo en Infojus Noticias. En 2016 fue galardonada con el premio estímulo que entrega la escuela de periodismo TEA por su labor en periodismo digital.

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