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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

04/04/2023

Generaciones: hijos e hijas de los 70

De tu mano hacia la Victoria

Por Victoria Lagos

Ilustración Nuria Moris

A través de los años he tenido muchos y profundos momentos de diálogo con mi papá, Alberto. Pero fue durante la pandemia que algo inesperado ocurrió. Le hice un pedido muy especial, como artista plástico que es: un dibujo de mis manos para un escrito personal sobre la revolución del contacto. Entonces fue que recuperó de la memoria un poema suyo escrito durante los años 70, mientras se desenvolvía su militancia revolucionaria. Luego le siguieron otros poemas, él los iba re escribiendo y re construyendo, hasta llegar a tener varios nuevos - incluidos relatos - y finalmente reunirlos en un libro: Otra manera de ser hombre. Me conmoví al descubrir su faceta de poeta, no me lo había imaginado nunca, aunque hubiera sido él quien me regaló a los 8 años una antología de Miguel Hernández, y a los 9 El Principito, Neruda y Gelman. Pero su poesía fue para mí un hallazgo, una parte perdida de su identidad que resurgió y llegaba con toda la potencia de quien me abriría una nueva parte de su historia, y una dimensión poética para nuestra mutua comprensión.

Manos buenas, suaves y tersas; ágiles despiertas/ manos urgentes, levantadas en armas/ hoy están solas, mutiladas, vencidas/esas manos son mis manos, las mismas que un día, llenas de vida te amaron/y  de estas manos nacerán las nuevas que alzarán los nuevos cantos/ y sabrán de estos amores que practicaron mis manos

Ilustración: Nuria Moris


Me recibiste entre tus manos ese día en que nací, ya entrada la democracia, razón por la cual retornaron del exilio, y me acunaste en tu deseo de reconstrucción fundiendo mi identidad con la voluntad de reinventar continuidades para la revolución. Me llamaron Victoria, dijiste vos “por Vicki Walsh”. Sumergirme en las cartas y sentires de ese otro padre a su hija atravesó por completo mis imaginarios afectivos y horizontes de vida. Varias veces te dije que de niña sentía que mi nombre era muy serio, muy imponente, a veces un gran peso. Luego fui descubriendo la dimensión de sus intensidades. Ser Victoria, tras la derrota. La pude sentir aun cuando no la entendía.

Estoy más solo que nunca, abrazado a una revolución perdida.

En algún momento de mi adolescencia decidí volverme compañera y aprendiz, y reflotar aquella memoria con fe de victoria, y los abracé a vos y a mamá, a los escombros entre los que levantamos nuestro refugio, un hogar junto a mis hermanos, donde conservar el amor, la conspiración contra el sistema que solía venir siempre - de muy diversas formas - por ese botín que no nos pudo arrebatar: nuestra familia. 

Son la extensión de nuestros cuerpos/perseguidos, robados, sometidos al encierro/clandestinos, fusilados, empujados al destierro/mujercitas enteras y hombrecitos nuevos/ paridos para un futuro soñado y despierto/ condenados a vivir con nosotros y nuestros muertos/ construyendo quizás otro mundo/ más veraz/ y tan incierto.

Me volví portadora de algún tipo de mandato, pero también de una esperanza: revisar en aquella historia y reconstruir, a partir de las pequeñas victorias y la supervivencia, un relato que intensifique nuestras vidas, que enlace tiempos y comunique mundos. Fui en busca de la mística revolucionaria, decidida a recuperar sensibilidades que afloren en mis pasos, en mis danzas; memorias que reivindiquen las vidas y las muertes por un gran ideal, memorias por las que valiese la pena recordar.  

¿Nos salvará el tiempo? ¿Nos devolverán el amor? ¿Haremos hijos para este mundo  desolado por el horror?

¿Cuántas versiones de vos se sientan (¿o se levantan?) ahora mismo a dialogar conmigo? Sobre esta tierra que fue terreno baldío, territorio reinventado para mi crianza revolucionaria, esa que soñaste para no morir. Último destino tras los reiterados destierros, esta ciudad del árbol1 donde echamos raíces hace ya 30 años. 

Fui un hombre solo/vencido, derrotado/ fui poeta y fui soldado/ un resentido, un bienamado/un delirante /un gran amigo/ un atorrante/ un desgraciado/ desarmado y perseguido/ un desaparecido/que sigue vivo pero olvidado/ soy solo un hombre/ desesperado

Invito al delirante que engendra al poeta y al desarmado; ése que ha inventado los gestos para tomar mis manos y liberarlas sensibles, porosidades abiertas, caricias urgentes entre la calavera y el fémur de tu hermano recién hallado, entre las pieles tajeadas de las niñas huérfanas, abusadas, entre los corazones y los sueños de los pibes enjaulados. 

Me convenciste con un disco de Silvio Rodríguez y tus eternas charlas políticas: “que bien prepara su máscara el pequeño burgués”. Y yo comprendía que nuestra austera realidad material, tantas veces precaria y en riesgo, rozaba la hazaña de haber sobrevivido sin creerle al capitalismo “ni tantico así, nada”. Aprendimos a cagar en pocitos, al aire libre, o en tachos, a cultivar nuestra comida experimentando la soberanía alimentaria, a renegar de los gustos comunes del consumismo y vanagloriarnos en el gesto que hace efectiva la resistencia al sistema y sus propuestas de enajenación. Nos vestíamos con lo que llegaba, no había espacio para la superficialidad. En Europa era la
Cruz Roja; aquí mamá nos cosía y remendaba ropa de Cáritas. Vos me leías a Galeano y al Che, y mamá me influenciaba con Erich Fromm: "La Revolución de la Esperanza" y "El Arte de Amar". Trasnochábamos con películas como Hombre mirando al sudeste: “yo soy más racional que ustedes”, nos decía Rantes. “Si alguien tiene frío lo abrigo, si alguien tiene hambre le doy de comer, si alguien está triste lo consuelo”. A mis 15 años se iba forjando mi intuitiva práctica de la ternura social. No sé si era lo que esperaban, pero luego del estallido de 2001, abracé la danza en su dimensión comunitaria, en la reivindicación de los cuerpos excluidos de toda idea de vitalidad, belleza y derecho a la vida plena. Me entregué en el contacto con la herida abierta que la planificación de la miseria había perpetrado en el tejido de cuerpos y cuerpas sujetadas por horrorosos dispositivos disciplinarios. Allí fui a parar, o a devenir - y vaya si hemos debatido ese concepto - entre el porvenir o el devenir revolucionario. Comencé a cuestionar la toma del poder como única salida posible y te propuse micro revoluciones donde componer afectos y revelar potencias. 

Basta de teorizar revoluciones, realicémosla.

Entonces te traje a los pibes a dormir a casa. Si vos peleaste por ellos y ellas, compartamos el techo, la navidad, los afectos. Te rompía las pelotas, la intimidad: con tanto que ya habías vivido y entregado ¿qué necesidad de volver a esto? Y sin embargo, nos recibías, nos abrazabas, te compartías. Porque siempre supiste que se trataba de romper con la condena de los pibes.

Necesitarás defenderte, tu condena está escrita; saldrás a vivir este mundo, sin contemplación ni consuelo, arrojados a la noche doliente de los muertos.(…) pidiendo comida, chuparon frío, aspiraron cemento; de vez en cuando nos cruzamos en furgones del Sarmiento. Son los pibes de la calle, los gronchitos, los villeros (…) y los pibes van creciendo; algunos en la cárcel, mientras otros andan sueltos; unos en comedores, otros en cementerios.

Me decían vos y otros compañeros que yo era un cuadro político de lujo, que tenía que hacer camino para llegar a lugares importantes de representación. Pero mi intuición me guiaba hacia el compromiso singular con cada pibe y cada piba, ahondando en el vínculo para transformar la mirada de sí y del mundo. Mi modo de hacer política se expresaba en aquel encuentro de cuerpos y memorias en proceso de reparación. 

Hoy los que quedamos, apenas juntamos urnas con huesos, fotos descoloridas y documentos viejos.

El día que retiramos los restos óseos del tío Fernando, tu hermano, con las caricias que le dimos a su cráneo agujereado, a su sonrisa sobreviviente, nos inventamos un conjuro para derrotar su muerte.   

Parece que esta vida no alcanza para ir y volver, y se retrae como una llama enfrentada a la muerte. ¿Servirá este cuerpo para sobrevivir? ¿O será como un escombro que se tira y se olvida?

Tantas veces me abracé a tu cuerpo. Pude sentir el privilegio de tenerte, de tenerlos, de tenernos reunidos entre el espanto y la ternura; una transferencia de sensaciones y señales, saberes y misterios de éste y otros planos. Soñar con la voz del tío, o recibir su presencia en la noche avalando con una mano sobre mi hombro el camino elegido de ofrecer reparación afectiva, de danzar entre los restos de un mundo en extinción, hasta que la muerte nos muestre el canal de parto para renacer. 

La vida es tan amplia y profunda, tan valiosa; que trasciende al conocimiento, y precisa de la imaginación, de la creatividad; de la propia reinvención para ilusionarse y poner en marcha ese direccionamiento vital, que hace renacer nuestras expectativas. 

Y ahí estaba él, con su cuerpo descascarado, limitado, doblado, in-tacto. Hacía una hora que había descubierto que esa persona con la que compartía la danza integradora en la UNA  - donde fui por siete años voluntaria universitaria en hospitales y talleres - era el hijo de un importante Sub-Almirante involucrado con Massera, a quien él reivindicaba. Su cabeza cabía en mis manos. Fui yo la designada para sostener su cuerpo en esa exploración de la tierra que somos; en esos segundos sentí que fui la traidora a todo, la decepción, la victoria imposible. Algo más fuerte me exigió respirar y hacer convencida lo que había elegido: cuidar los cuerpos y su vida, diálogo tónico de reconocimiento de la existencia del otro; caricia ética2, responsabilidad anterior a todo rostro. Me dijo gracias, me miró a los ojos y me dijo gracias. Guardé silencio y fue un mes después que te lo conté. Avergonzada, no arrepentida, pero convencida de haberte defraudado como hija revolucionaria. Me dijiste que ustedes, más allá de la opción por la lucha armada, y el concepto de enemigo, eran profundamente humanistas; también creían en el amor como factor indispensable para construir el hombre nuevo. Que, al fin y al cabo, estaban orgullosos de mí.

En mi devenir militante micro-política que se retira de las estructuras tradicionales de militancia, surgió esta doula poética danzante, la artesana de las propuestas de sensibilización en todo tipo de contextos y con todo tipo de público.  

Dijo Deleuze: “Que las revoluciones se frustren, que las revoluciones salgan mal, nunca ha impedido que un pueblo devenga revolucionario. Se mezclan dos cosas absolutamente diferentes: se trata de la confusión entre el devenir y la historia” ¡uff! sí que nos metimos en una apasionante discusión y yo insistía (e insisto) en que a vos, en parte, te salvó tu devenir revolucionario - no existe un gobierno de izquierda, porque la izquierda no es una cuestión de gobierno -. Eso te sostuvo, ¡el delirante otra vez, sí! Si el proyecto revolucionario de una patria socialista había muerto, ¿por qué más valía vivir? Por una voluntad de reinvención y revolución personal, íntima. Soy de las que creen que el Che nos proponía una revolución interior (se la expropio al new age), la construcción de una subjetividad en transformación para modificar las relaciones de poder y sometimiento.

Podríamos decir que tengo a quien salir en mis conjeturas. Tal vez no en el contenido siempre, pero sí en el convencimiento y la puesta en acción. “Ser de izquierdas es una cuestión de percepción” - continúa Deleuze y ya te va cayendo un poco mejor - “primero el horizonte y el contorno, por último llego a mí, al lugar en donde estoy”.  El otro modo, el devenir minoría, y no dejar de devenir minoritario; desterrado, migrante, ilegal, clandestino, empobrecido. Devenir mujer, devenir niñx, devenir animal: “la izquierda es el conjunto de los procesos de devenir  minoritario (…) la mayoría es nadie, la minoría es todo el mundo”. Toda mi infancia ligada a la agroecología, al nacimiento con amor, a la reivindicación de la soberanía de los pueblos originarios, a mi propia ruralización, luego conurbanización, y así. Luego devenir piqueterxs, percibiendo los famosos “planes trabajar”;  creo que no ha faltado casi nada en nuestro recorrido familiar.

Y así fue que me sostuve frente a vos con mis decisiones, radicalizando mi tarea córporo-afectiva-poética y transformadora, haciendo a un lado la carrera política y avocándome a generar agenciamientos, encuentros, lazos, con personas (niñxs, adolescentes, mujeres, ancianxs) en institutos de menores, en hogares, en psiquiátricos, en hospitales, geriátricos, cárceles, madres de niñeces travestis y trans y sus niñxs, la disidencia de la heteronorma, cuánto por cambiar. Hasta haberme encontrado en el amor con un compañero, Patricio Montesano “el mago”, con el que confluimos en nuestra práctica de ternura social y de subversión de los órdenes disciplinarios de potencias. Y basta de representación, no iba a representar la voz de ningún pobre ni oprimido, sino a escuchar, a hacer lugar, a integrarme a esas revueltas de sentidos y relatos, a construir vínculos. Ahora somos parte de una productora de cine villera, ellxs mismxs te filman, te leen, te expanden. Porque  aprendí de ustedes, y de tantos y tantas que dejaron su sensibilidad plasmada en cartas y poemas, que no se va a esos contextos a tener una experiencia, se va para generar una transformación, para dejarse transformar y no poder desligarse más de esa responsabilidad afectiva y ética. Y me hice militante mutante; me gusta llamarme así. Se parece a tu vida que fue modificándose para continuar, para re-existir. 

Elegimos construir nuevos caminos; habitar otros mundos posibles, otros infiernos cercanos. Una incomprensible forma de convivir entre el dolor y la soledad, la más desnuda, donde todo se radicaliza hasta tornarse insoportable. Solo nos sirve la paciencia, la templanza, el valor y la interminable sabiduría de la incomprensión por el amor a la vida.

Y me llegó la maternidad y todo se dio vuelta de nuevo. Y tuve una extraña comprensión y un gran temor por lo que habían atravesado todes ustedes: la militancia con las crías, las crías como proyecto político y como botín de guerra. Vicki Walsh disparándose en la sien y su hijita pequeña sentadita en su cama. El tío que cayó un mes después del nacimiento de su beba.  Se precisan niños para amanecer… Nunca me había sentido tan vulnerable, pero como vos mismo poetizaste: esta desnudez también abriga ¿Cómo pudieron soportar tanto? ¿Cómo sostuvieron esta familia entre bolsos, trenes perdidos, aviones de última hora, casas de refugio, boliches, disputas y acuerdos en mercadillos y ferias plagados de hermanos despojados de todo el tercer mundo, arrojados al sálvese quien pueda? Y a pesar de todo, persistir en encontrar el lugar en el mundo donde echar raíces.

Te recuerdo sembrando un aloe vera para la placenta de Aimar, mi hijo pequeño, cuyo nombre significa “Hogar fuerte”. Luego de tantos aeropuertos y estaciones, llegamos en una carpa al campo. Y nos quedamos en Argentina, tras el largo exilio compartido. 

Mis hijas del viento y de la luz; qué rumbo tomarán mis pequeños amores, qué rostros elegirán para atravesar mares y cordilleras; historias heroicas y recuerdos de historias. Cómo harán para cargar con la dolorosa esperanza. (…) Qué solcito tibio las hará cruzar a la otra orilla donde reina la plenitud, el coraje, el amanecer que hemos resistido de pie.

Hubo un tiempo en que te necesité como un héroe, un héroe al cual deberle la vida, un salvador de cuento pero sin fantasías románticas, un rescate en la historia del drama y del terror. En otra etapa, como el compañero al cual demostrarle mis aptitudes revolucionarias, teóricas y prácticas, como digna de hazañas varias, y ascensos afectivos. Alguna vez te aparté, me refugié en la sanación ancestral, me desarme cuando me leíste:  

¡Quiero una lágrima!/ Solamente una lágrima redonda, pesada, metálica/ Fría como los cuerpos que cayeron en batalla/ filosa, como la idea de justicia malograda

Llorás mostrándome otra versión de vos, acercando tus manos aferradas a esas hojas repletas de tinta y tierra. Como entonando un tango, tu mano se levanta hacia la cara, y precipitados los ojos regalan su marea cálida; yo caigo en el cuenco de esas manos. Manos de guerrilla, de trazos a pluma o lápiz y arreglos cotidianos. Ahora se enternece tu alma desnuda de combatiente inusitado, y la armadura muta: son apenas unas manos tapándose los ojos y de pronto todo el rostro tras la caricia de enfierrada desilusión. Inmediatamente te reintegrás, y continuás en la sinuosidad de un relato que va calando hondo en mi memoria de susurros dispersos. Vivo y melodioso, tan intenso, tu voz se arroja en secreto a los oídos de esta hija que se resiste al llanto, y te sonríe. Parece un tango, como escarbarse despacito los huesos y arremeter hacia el encuentro; dos corazones palpitando en la agitada trama padre- hija, sobrevivientes del destrozo.

Van llegando retoños nuevos y un corazón los abraza, los protegen nuestros árboles, los cobija nuestra casa. Mientras la lluvia de nuestro cielo los riega junto a mi alma, fortaleciendo sus raíces y lavándoles la cara. Estas miradas nuevas iluminan las mañanas y verán todo lo que nosotros no vimos ni en sueños ni en alboradas. Ellos se sentarán a la mesa del amor y la confianza. 

Aquí dejo registro de mi nueva etapa con vos, con la memoria de tu vida y de tu huella en  mí, construyendo un espacio seguro que nos contenga y se amplíe a todas esas redes afectivas que, habiendo transitado la desesperación, y aun doloridas pero resistentes, nos decidimos por rescatar entre todos, todas y todes, el coraje para correr el riesgo de vivir. 

Victoria Lagos

Victoria Lagos nació en 1984 en Argentina, a un mes del retorno de sus padres tras su exilio político. Es Licenciada en Composición Coreográfica y docente por la UNA. Bailarina y performer, explora el vínculo entre poesía, danza, canto y video en torno a la memoria. Activista incansable por los Derechos Humanos, se dedicó a trabajar en contextos de encierro, villas y barrios populares. Capacitadora en ESI y perspectiva de género (UNSAM/UNGS) y Especializada en Epistemologías del Sur (CLACSO). Es parte del equipo cinematográfico de César González y co-fundadora de Sismo Sur Productora Villera y Popular. Autora del libro "Amar mi cuerpo: relatos para crecer en la diversidad" para niñeces trans travestis, en Asociación Civil Infancias Libres. Mamá y doula. 

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Notas

1: Marcos Paz, localidad bonaerense

2: Concepto de Emmanuel Levinas en su ética de la alteridad

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